Decíamos ayer, quizás anteayer, que el Banco Popular llevará a la próxima Junta General de Accionistas el sistema de retribuciones, hasta ahora inexistente, de los miembros de su Consejo de Administración. Es decir, cae el último bastión, forzado por la tendencia dominante en todo el sistema financiero internacional -así nos va- y en la banca y la gran empresa española. Y por fuerza de ley.

La cosa empezó así: Luis Valls -y Ángel Ron perseveró en ello- consiguió que los consejeros del Banco Popular renunciaran a la llamada participación en beneficios o atenciones estatutarias, el gran chollo de la cantamañanera aristocracia financiera española. La cosa funcionaba así: los miembros del Consejo de Administración se repartían hasta un 5% del beneficio total, mientras los cientos de miles de accionistas restantes se dividían el 95%... descontados impuestos y reservas.

Ha vuelto el chollo vergonzoso de la participación en beneficios, sólo que ahora la llamamos código de buen gobierno
Además, la vocalía en el Consejo de un banco era un chollo porque podía suponer la pitanza como consejero de industrias filiales. Oiga, y no tenían que tener sino un puñado mínimo de acciones. Lo importante era que el presidente te propusiera para el cargo. Bueno, y tener un apellido compuesto, que también ayudaba, porque probablemente papá era amigo del presidente nominador.

Luego nos hicimos modernos, y entonces, todos los códigos de buen gobierno y demás estafas sobre buen gobierno corporativo, dividieron los consejeros entre dominicales e independientes. Los dominicales son los que representaban a sus propias acciones o las de una sociedad accionista. Es decir, los que se juegan su pasta y, por tanto, tienen independencia para criticar la gestión del presidente y del Ceo. Pero esos, miren por dónde, son los malos: unos tipos sin criterio y que sólo pretenden aumentar el dividendo. Es decir, lo mismo que pretenden esos decenas de miles de accionistas anónimos, propietarios del banco o de la empresa.

Y luego están los independientes... que de independientes no tienen nada, dado que son nombrados por el presidente y se cuidarán muy mucho de llevarle la contraria.

Y naturalmente, los códigos de buen gobierno y la legislación entera al uso se han preocupado de decir que hay que retribuir al consejero independiente porque si no, no se sentirá incentivado y no se arremangará. No sé yo por qué. Lo lógico es que, si puedo comer la sopa boba y mi pitanza depende de no importunar al presidente, me convierta en un 'Sí, Señor'.

Pero me temo que el Banco Popular, que se resistía a la marea, caerá en ella

Pues bien, pasamos del aborto libre al aborto obligatorio: ahora se pretende imponer, por ley, que los consejeros, sobre todo los independientes, sean bien remunerados. Ya lo son en casi todos los bancos y grandes empresas, convertidos en sicarios del presidente. Ha vuelto el chollo vergonzoso de la participación en beneficios, sólo que ahora la llamamos código de buen gobierno. El Popular se resistía, pero ahora le conminan a caer. Si yo fuera Ángel Ron me negaba en redondo.

Y a esto le llamamos modernidad y profesionalidad. Incluso reputación corporativa.

El único consejero independiente es el que no cobra o el que cobra lo que le correspondiente por dividendo, que para eso se ha gastado su dinero en comprar acciones.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com