Tras la resaca electoral norteamericana se estrena en nuestro país esta simpática comedia que nos propone algo tan disparatado como interesante: ¿Qué pasaría si la elección del presidente del país más importante de la tierra dependiera de un solo hombre, de un solo voto?

      Bud Johnson es todo un perdedor. Una especie de Homer Simpson, a quien tan sólo pone los pies en la tierra su sensata hija Molly, de 12 años. Esta niña, en su afán de sacarle de la apatía, decide convencerle de la importancia que tiene que se implique, que vote, en las próximas elecciones presidenciales que se presentan muy reñidas. Al final, por una serie de circunstancias accidentales, será el voto de Bud el que decidirá  el próximo presidente de EEUU y, por ende, el futuro de la nación

   Quien haya visto películas de Frank Capra como Caballero sin espada o Juan Nadie se dará cuenta que el joven director y guionista de esta película, Joshua Michael Stern, se ha empapado de esas maravillosas películas clásicas en las que el director italiano manifestaba su amor y solidaridad por la gente humilde. Toda la estructura de El ultimo voto está calcada de las optimistas películas de Capra. De ahí que asistamos a un espectáculo tierno, gracioso,  pero también plagado de momentos dramáticos y emocionantes en los que se habla de asuntos tan importantes cómo el dolor que sienten los niños de familias desestructuradas, la falsedad que suele presidir la vida política (no tiene desperdicio toda la estrategia de los dos candidatos para convencer a Bud), la dificultad que suponer reconducir una existencia sin esperanza, el importante papel de  los medios de comunicación (otro guiño a las películas de los años 30 y 40 y al denominado cuarto poder)

    Kevin Costner demuestra que es un intérprete lleno de recursos porque está casi casi tan convincente como su hija en la ficción: la niña Madeline Carrol que se come la cámara,  que cuando llora emociona al más templado, que suelta verdades como puños

    El último voto es una comedia dramática que podría verse perfectamente en familia si los distribuidores españoles optasen por una traducción literal de los tacos que dice el malhablado protagonista (que en Estados Unidos son cuatro palabras no demasiado fuertes y desde luego que no hieren) y no por el taco-blasfemia (inexistente en inglés) con el que nos adornan la mayoría de las películas al pasarlas al castellano

 

Para. Los que confíen en la bondad del hombre de la calle