Hago mía la carta que nos envía el presidente del partido político Familia y Vida, Marcos Lizarbe, y por eso la coloco en esta sección de contenido editorial. En efecto, el aborto y la manipulación de embriones constituyen hoy el terrorismo institucionalizado más grave del mundo moderno. Es el genocidio de la raza humana. Desde que comenzó a legalizarse el aborto en la mayor parte de los países del mundo, se calcula que han sido sacrificados 2.000 millones de niños no nacidos en el mundo. A eso habría que añadir los embriones expulsados por anticonceptivos de carácter abortivo y por otros abortivos químicos. Y, con el siglo XXI, ha llegado la manipulación de embriones, por lo general producto de la fecundación in Vitro, cuyas cifras de mortandad provocada pueden superar a las del aborto.

Si estas cifras les parecen excesivas, recuerden que las grandes matanzas de aborto se desarrollan en China, con la política de un solo hijo, un país que pasó en dos décadas de 1.300 a 1.110 millones de habitantes, a pesar de que aumentaba la esperanza de vida, con unidades móviles dedicadas a realizar abortos forzosos. Por lo demás, con el aborto ocurre algo parecido a lo que sucede con la pena de muerte: Estados Unidos lleva la fama, pero cardan la lana otros países, por ejemplo los del antiguo bloque soviético, donde el infanticidio ha sido, y es, masivo.

Lo que ocurre es que el gran genocidio contemporáneo no se ve. Nadie protesta, porque se trata de una masacre colectiva muy particular: cuenta con el apoyo de las autoridades, con el silencio cobarde de la sociedad y con la connivencia de los padres de la víctima. Además, los nonatos no se quejan, no se manifiestan.

Ni el suicidio ni el hambre, ni cualquier otro jinete apocalíptico, pueden compararse con la magnitud del aborto, verdadero genocidio de una raza: la raza humana. Frente a esas cifras, los 900 asesinados por ETA se quedan muy cortos, aunque todos estemos de acuerdo en que supone una verdadera y canallesca barbaridad.

Por todo ello, la carta del presidente de Familia y Vida sobre el alto al fuego (un término militar. Sé que no conviene emplear el término tregua, de suyo temporal, pero tampoco caer en la trampa del calendario batasuno) de la banda terrorista. Uno de esos testimonios que nadie quiere escuchar, porque supone una llamada al compromiso una denuncia de la propia cobardía.

Eulogio López