El discurso programático de Angela Merkel como nueva canciller alemana tiene un punto clave, apenas reseñado por lo medios de comunicación. Merkel habla de ligar el comercio internacional al respeto a los derechos humanos, una afirmación que, vaya usted a saber por qué, hizo que los presentes viajaran mentalmente, como un destello fugaz, a la China de Hu Jintao (me encanta este nombre, no puedo evitarlo).

Si no hay derechos humanos, no hay comercio. Bueno, son cosas que se dicen en un discurso de apertura, y Merkel tiene cuatro años para arrepentirse de haberlo hecho. Porque lo políticamente correcto en Occidente, es decir, lo progresista, consiste en vislumbrar en China avances sólidos hacia la democracia y el respeto a los derechos humanos y las libertades individuales. Sin ir más lejos, Zapatero soltó ese mensaje, con el adjetivo sólido por delante durante su viaje a China.

Y es que China es un mercado de 1.100 millones de habitantes, es decir, un gran mercado por todos apetecido. Y además, lo que decían en aquella sátira genial, llamada Sí, Ministro con la necesidad de vender armas a tiranos: Miren ustedes, si no se las vendemos nosotros, se las venderán otros. Pues eso.

Pero uno es inocente por naturaleza y tiende a creer en las palabras pronunciadas por los políticos en sede parlamentaria. En cualquier caso, otorguemos a Merkel el beneficio de la duda. Supongamos, por ejemplo, que la libertad religiosa será para el Gobierno alemán una condición sine qua non para mantener el actual ritmo de relaciones comerciales germanas con China. Supongamos que Angela Merkel escucha al portavoz vaticano Joaquín Navarro Valls, y este le cuenta las últimas noticias llegadas desde China: la violencia salvaje empleada con las religiosas de Xian o la detención de seis sacerdotes en Zhengding. O simplemente, que le recuerda como la Iglesia católica es clandestina en China, que vive en las catacumbas, porque le Gobierno la considera ilegal y prohíbe las reuniones con motivos religiosos: es decir, prohíbe la Eucaristía. Y ya se sabe que si se quiere destruir el Cristianismo no hay nada mejor que prohibir la celebración del sacrificio de la Misa. Que es eso : sacrificio, antes que banquete, ágape o Asamblea fraterna.

¿Se imaginan ustedes que los líderes del mundo libre aplicaran aquello que Merkel acaba de prometer al comienzo de su mandato? La libertad y la armonía reinarían en el mundo. Como no parece que sea así, debe haber alguien que no está cumpliendo con la máxima.

Espero que mi esperanza no se vea defrauda y que, a falta de argumentos tan ordinarios como el de Sí, Ministro, Merkel no acabe concluyendo con otro sofisma sutil de la era de la globalización: la de que el comercio libre es la puerta de entrada al resto de libertades. ¿Quién habrá dicho que la libertad de comprar y vender implica el respeto al otro y, sobre todo, el respeto del poder hacia la persona? ¿Por qué diablos había de ser así?

Eulogio López