Respetar a un personaje público no es ocultar su posible suicidio. Respeto es no juzgarle cuando el cadáver está caliente, compadecerse del dolor de los suyos y no convertir ese dolor en espectáculo. Para los creyentes, rezar por ella y por los suyos es el mejor escudo contra la morbosidad.

Pero no se trata de ocultar nada. De hecho, como me comentaba el jueves un monárquico, buen amigo de la Familia Real, pedir prudencia y respeto cuando ha aparecido muerta una mujer joven, 31 años, no es sino dar pábulo, no ya a la idea de suicidio, sino a la imaginación sobre los pormenores. Pero no ha sido maldad, sólo un error.

Todas las virtudes tienen rasgos diferenciados, pero todas tienen una única característica común: la discreción. Exhibición y virtud son términos antitéticos. Por eso, con las virtudes se cumple el inexorable refrán castellano : Dime de qué presumes y te diré de que adoleces, que también puede expresarse así: Dime de que acusas y te diré de qué adoleces.

Por ejemplo, tarde del miércoles, el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, solicitaba el máximo respeto hacia la Familia Ortiz. La misma tarde, en el mismo lugar, sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados, la diputada rojiverde catalana, Carme García Suárez, presionaba al Gobierno con la exigencia de la eutanasia, que no deja de ser no un suicidio asistido, sino un suicidio con cómplice. Conste que Carmen nació en Badajoz, pero como emigrante en Cataluña aprendió lo que es la revolución nacionalista, y pasó al llamarse Carme, a vivir como una reina, de diputada y, perdido el tren de la dignidad de la vida, comenzó a enamorarse de la muerte digna. Es lo que ocurre con estas conversiones revolucionarias. Yo mismo, voy a empezar por trocear mi nombre de Eulogio, tan mesetario, tan antiguo, por el de "Euloyi", siempre con la esperanza de terminar cobrando el estipendio de diputado en Cortes, esto es, en sede parlamentaria.

Le respondió mi ministra favorita, Elena Salgado, quien no refutó las majaderías de Carme, sino que, simplemente, advirtió que el Gobierno Zapatero no percibía una "demanda social" al respecto. Es lo que se llama un argumento político, es decir, ligeramente estúpido. Puedo asegurarles que no hay demanda social alguna para pagar impuestos pero Hacienda nos los sigue cobrando. Quiero decir que las brutalidades de Carme eran más consistentes que la superficialidad de doña Elena.

Es deicr, que había que ocultar pudorosamente el probable suicidio de un personaje público, ocultarlo hasta el pudoroso silencio sobe el caso, en la frontera misma de decir la verdad… pero al mismo tiempo había que pregonar y defender el suicidio como nobilísima opción para toda la sociedad: ¿En qué quedamos? Es otro rasgo de puritanismo hipócrita: fomento como un derecho algo que oculto vergonzosamente cuando ocurre en mis proximidades. Si el suicidio asistido es un derecho inalienable, ¿por qué oculto un suicidio sin asistencia?

Así que, mejor que hablar de la desgraciada Érika, conviene hablar de suicido. Veamos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año se suicida en el mundo un millón de personas. Repito : un millón. No sólo eso, sino que el propio organismo considera que por cada autoasesinado lo intentan entre 10 y 20 personas.

Además, es la clásica estadística a la baja: de los que hay consciencia, la hay con certeza, pero de muchos otros suicidados no la hay. Es decir, que el suicidio es, según la OMS, la primera causa de muerte violenta en el mundo, por encima de las guerras, el terrorismo o la delincuencia. Y con gran diferencia.

Naturalmente, la OMS no incluye en su ranking el aborto : eso no es violencia, sino una operación quirúrgica dentro del apartado salud reproductiva. Porque las cifras de aborto superan a cualquier otra muerte violenta. La violencia del siglo XXI es el asesinato del no nacido. Pero volvamos al asunto que nos ocupa.

El pudor ante el suicidio llega a extremos patéticos. Verbigracia, en el Registro Civil, las causas infamantes de muerte no figuran. El suicidio, a pesar del "debate sobre la eutanasia", que reclama el diario El País, el suicidio sigue viéndose como lo que es, aquello que Chesterton calificaba como "el peor de los homicidios". Y así, si uno revisa lo registrado sobre los fusilados en la Guerra Civil española, puede encontrar la causa de la muerte de los fusilados: muerto por hemorragia en las tapias del cementerio. Y no es una peculiaridad española. Por ejemplo, en todo el mundo anglosajón, el ahorcado resultaba, a efectos legales, un "muerto por asfixia". Como en política y en banca, ante todo, no mentir.

El filósofo Romano Guardini afirmó: "El número de los que rechazan la vida es aterradoramente elevado y parece crecer (tenía razón: está creciendo día a día); aquéllos a los que el don de la existencia se les vuelve una carga y no tienen deseos de tomarla sobre sí, o quizá es también sencillamente que no pueden, porque ninguna fe ni ningún amor les enseña a entender el difícil enigma". Sí, no hay crimen más grave, y más ingrato que el suicidio.

¿Dónde se demuestra que nuestra sociedad, la modernidad, ha fracasado?: en el creciente número de suicidios. ¿Por qué se suicida la gente? Porque está deprimida, y porque no le encuentra un sentido a la vida? La frase del depresivo y el suicida siempre es la misma: ¿Para qué seguir viviendo? Ahora bien, no olvidemos que la depresión es una enfermedad muy lógica en un mundo que ha dado la espalda a Dios. Porque, entre nosotros, y que no salga de la provincia, ¡qué difícil es encontrarle un sentido a la vida prescindiendo de Dios! Se lo digo en serio : yo no sería capaz. Si Dios –no sólo Dios, sino Dios/Padre- no existe, la vida, en efecto es un sinsentido, y el suicidio se convierte en una alternativa de lo más lógico.

Eulogio López