¿Se imaginan ustedes lo que hubiera ocurrido si el señor vicepresidente segundo del Gobierno de España, Pedro Solbes, hubiera convocado una reunión política sólo para hombres, para honrar a un presidente, por supuesto varón, extranjero? ¿Divertido eh? Pues eso es lo que ha hecho, sin cortarte un pelo, la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, feminista de pro. Y allí se encontraba un buen montón de ministras pugnando por exhibir la expresión de felicidad escénica más convincente. No se quitaban la palabra unas a otras: se quitaban la risa fácil y hasta la carcajada. Estaban, simplemente donde debían estar. Naturalmente, como ocurre con todos los fastos feministo-oficiales del Ejecutivo Zapatero, el acto fue pagado por todos los ciudadanos, sin discriminación de sexo. Lo mismito que el famoso viaje a Maputo, para menear el esqueleto con unas negrazas inconmensurables. La causa sufragista exige constantes esfuerzos por parte de nuestras ministras, aunque ninguna de ellas se atrevió a ofrecerle a la presidenta chilena que en su honra y honor se escenificaba la trama- un pase de modelos para Vogue. Desconozco las razones. Lo que sí sé es que De la Vega se encargó de que aparecieran, eso sí, al fondo, una serie de varones, más que nada para poder hablar de la mayor visibilidad de las mujeres. Y es cierto, dicha visibilidad es un logro absoluto del feminismo hoy en el poder social y político. Es más, se trata de una visibilidad concepto conocido en su día como exhibicionismo, y considerado lo contrario a la elegancia- prácticamente imposible de evitar, lo que al parecer no preocupa en exceso a doña Teresa.

Y como el virus feminista consiste en considerarse antes mujer que persona, en anteponer el sexo a la humanidad, allá que se nos fue doña Esperanza Aguirre, presidenta de Madrid. Si hubiera hablado antes con su correligionaria Ana Pastor, se hubiera percatado de dos cosas. Por una parte, Fernández de la Vega aborrece a las mujeres no-feministas y, en segundo lugar, acostumbra, como hiciera en Maputo, a maltratar y depreciar a la féminas del PP, que, como es sabido, forman parte de la sociedad patriarcal que doña Teresa espera conjugar en breve con esa gracia y donaire que alguna deidad femenina, por supuesto- le ha dotado. Es muy sencillo. Doña Teresa se ha inoculado del virus feminista, razón por la cual toda colega de sexo que no participe de la vanguardia feminista, es una despreciable traidora, cuando no una incapaz y una retrasada. Ya se sabe que a las feministas más rabiosas puedes llamarles incluso ramera, pero no se te ocurra llamarles tontas. La inteligencia, no la virtud, es lo que importa.

Feminismo es lesbianismo, feminismo es integrismo y feminismo es cretinismo. Esto marcha. Ahora bien, en honor de Teresa Fernández de la Vega puede decirse que buena parte de culpa de la actual guerra de sexos, la más estúpida batalla que vieron los tiempos, se debe al común de las mujeres, las no-feministas, las racionales y razonables, en suma, las normales, adoptan el llamado principio xabi-arzallano (de Javier Arzallus) con ETA. Unas menean el nogal y otras recogen las nueces.

Eulogio López