Sr. Director:

Acabaron, ¡por fin! las elecciones a la presidencia de EEUU. Nos han atiborrado de información de tal acontecimiento y por tanto nos hemos enterado de las muchas diferencias que hay entre los dos partidos contendientes: Demócratas y Republicanos.

Pero en todas y cada una de las imágenes ofrecidas siempre hay un factor común: la bandera. Estados Unidos, como su nombre indica, es el fruto de la unión de diversos estados, teniendo cada uno su propia bandera, ahora bien, cuando se trata de actos que afectan a toda la nación estadounidense no muestran el menor pudor, ni miedo, ni complejo alguno; muy al contrario, se muestran orgullosos de hacer ostentación de la bandera que les une.

En España, ya se sabe que: es diferente, si alguien hace uso de la enseña constitucional se arriesga que le tachen, como mal menor, de: nostálgico, retrógrado, reaccionario y un largo etc.

Otros no se atreven a ondear bandera alguna para  contentar y no ofender a ciertas minorías, siendo así políticamente correctos. Los hay quien enseñoreando una bandera tricolor (no constitucional) se siente ofendido cuando otros muestran una bandera rojigualda con el águila de San Juan (también inconstitucional), y viceversa.

En múltiples casos el ultrajar la bandera oficial es un hecho que demuestra valentía y da prestigio al autor. Cuanto mayor es la ofensa mayor cota de progresismo se le atribuye. En estos casos tanto las autoridades como la justicia suelen hacer la vista gorda.

¿A qué esperan los dos grandes partidos de ámbito nacional para ponerse de acuerdo sobre ciertos temas fundamentales que afectan a la unidad del Estado?

La respuesta es bien sencilla: A que los nacionalistas egocéntricos, de los que dependen, les dejen. Mientras tanto la centrifugadora va cogiendo cada vez mas revoluciones.

Manuel Villena Lázaro

manolovillena@hotmail.com