Les tengo que confesar una cosa. Tenía ciertos reparos antes de ir a ver El secreto de los hermanos Grimm. Como dirían los jovencitos, me temía lo peor: un verdadero truño. Pues bien, la sorpresa fue tremendamente agradable porque me encontré ante una buena película de cine fantástico.

 

Eso sí, una aclaración: no es una película para niños. Y me explico; El secreto de los hermanos Grimm no es una autobiografía de los famosos cuentistas alemanes sino un cuento fantástico de terror, con tintes de humor negro, que sitúa como protagonistas de una ficticia aventura a los legendarios escritores del siglo XIX. Ellos, Will y Jake Grimm, se convierten gracias al cine en dos hermanos estafadores que se ganan la vida por la campiña alemana a costa de derrotar monstruos imaginarios. Cuando los ocupantes franceses les detienen y les obligan a investigar  la desaparición de once niñas (todas ellas de un pequeño pueblo situado en los aledaños de  un bosque encantado) los hermanos Grimm se verán abocados a inmiscuirse en un épico combate donde ficción y realidad se dan la mano.

 

Terry Gilliam  (Los héroes del tiempo, El rey pescador etc) sumerge al espectador en una aventura en la que aparecen los elementos más terroríficos que suelen estar presentes en los cuentos de hadas tradicionales. Más aún,  Gilliam aprovecha la ocasión para mostrar una época en la que la superstición y la ignorancia batallaban con el racionalismo de la Ilustración (ustedes decidirán con qué opción se quedan). El resultado es una película muy singular y, desde luego, tremendamente entretenida.