Emilio Botín anda en guerra por la sucesión. Desde la desaparición de Alfredo Sáenz y con ochenta a cumplir el próximo año, Botín afronta las ambiciones de todos, propietarios y gestores para lograr colocar, o colocarse, en la línea de sucesión y eso, en efecto, no deja de ser un problema para conseguir su objetivo de situar a su hija Ana Patricia al frente de la entidad.
Su principal competidor, Francisco González (FG), presidente del BBVA tiene un problema similar pero de índole opuesta: tiene un problema de no sucesión.

Y es que el presidente del BBVA lleva una década asesinando a sus delfines. En la cúpula del BBVA nadie debe superar los 50 años, salvo el señor presidente, claro, que tiene 70.

Devorador de sus propios hijos, FG considera que es eterno y que, por tanto, no necesita delfines. Además, los delfines suelen ser talentosos y a lo mejor no quieren esperar.

En cualquier caso, los dos grandes bancos españoles tienen dos problemas. Uno por los excesivos aspirantes al relevo; el otro porque ha liquidado a todos los aspirantes.

Eulogio López
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