Idea clave del candidato: más impuestos y más controles… porque la sociedad mejora gracias a la política, es decir, a los políticos. Los valores socialistas: "muchos tipos de familia". La regeneración consiste en aumentar la proporcionalidad. SGAE. Nada más difícil de suprimir que lo innecesario. La prima de riesgo y las monjas de san Vicente de Paul

Por fin habló Rubalcaba, como candidato. Más de 1 hora empleó el ya candidato oficial del PSOE a la Moncloa en desarrollar su "inicio de programa", lo que revela que el discurso definitivo necesitará, por lo menos, tres o cuatro horas. Que aprenda de Fidel Castro. Pero para esta mañana del sábado 9 de julio, su primera cita en la contienda electoral contra Mariano Rajoy, ya es suficiente.

Alfredo Pérez Rubalcaba es, sin duda, socialista. Eso se nota, no en su política económica estatista –hace tiempo que el PSOE abrazó el capitalismo- sino en la convicción de que son los políticos quienes mejoran la sociedad. Lo cual, al común de los mortales del siglo XXI, no sólo a los españoles, les resultaría difícil de tragar. Es lo que se entiende en política por reivindicación del propio puesto de trabajo.

Lo primero: pidió austeridad y coherencia. Pero luego descubrí que se trataba de una austeridad que no solicita menos salario para los políticos y más salario para los ciudadanos.

Por otra parte, la coherencia con "nuestros valores" se concretó en "los muchos tipos de familia", que significa, justo eso que está usted pensando.

Y de ahí a la crisis económica, que ocupó la mayor parte de su discurso triunfal. Entre los instrumentos para luchar contra el paro figuraba el trabajo a tiempo parcial. Es lo que le gusta, según propia confesión. El problema es que lo que distingue a la economía española es el alto desempleo y los bajos salarios. En otras palabras, en nuestro país, el salario mínimo está en los 670 euros (1.350 en Francia, para que nos hagamos una idea), lo que reduce la media jornada que desea don Alfredo a un salario –y bruto- de 335 euros mensuales. A partir de ahí, hagan sus cálculos.

Apoyo a los emprendedores. Sí, pero se olvidó concretar cómo. En efecto, la única manera de salir de la crisis es parar la burbuja inmobiliaria y favorecer fiscalmente a los emprendedores, a los profesionales, los autónomos y las PYMES. Pero tampoco concretó el cómo. La editora de Hispanidad, una miniempresa, paga más porcentaje de impuestos sobre el beneficio que el Grupo Banco Santander.

Y más fiscalidad. Impuestos a las transacciones financieras internacionales –sin especificar si a las especulativas o a las productivas, porque los bancos también hacen cosas buenas-. Y más: acabar con los paraísos fiscales. Esto me recuerda al fallecido Paul Newman, cuando afirmaba, tajante, que en materias importantes, tales como si China debería estar o no en la ONU, era él, y no su esposa, quien mandaba en casa.

En definitiva, Rubalcaba quiere salir de la crisis  económica con más política, es decir, con más políticos, es decir, con más impuestos… justo lo contrario de lo que se necesita.

Más economía: defendió la reforma de cajas de ahorros, es decir, la mayor barbaridad perpetrada por el Gobierno Zapatero, es decir, por él mismo, en materia económica. Una reforma que nunca debió iniciarse y que ha creado un problema bancario serio donde no lo había.

Rubalcaba defendió las dos reformas laborales (septiembre de 2010 y abril de 2011) que no gustan a nadie y que, al menos la de 2010, no ha creado empleo alguno. Vamos bien.

Aseguró que tenemos una energía muy cara, pero al mismo tiempo defendió las energías renovables… que son precisamente las fuentes enérgeticas que más han encarecido el precio de la energía en España. En 10 años, el Gobierno piensa dedicar 150.000 millones de euros a promocionar la energía eólica y, sobre todo, la solar. Es decir, la más ineficiente de todas.

Lucha contra el cambio climático: aseguró el candidato del PSOE que estamos en vanguardia y se le olvidó decir que Zapatero, para captar votos en las comarcas mineras, ha aumentado las subvenciones al carbón nacional, carísimo, subvencionado y contaminante.

Asegura que Europa –se le olvidó decir que con España a la cabeza- tiene un problema de envejecimiento. Sin duda una descripción muy aguda y asaz sorprendente. Como solución al problema defendió la ley de Dependencia para cuidar a los ancianos, que no por el hecho de no haberse aplicado por falta de fondos deja de ser una ley muy solidaria, pero ninguna medida de fomento de la natalidad, por ejemplo, del salario maternal, inexistente en España, el país donde cada día nacen menos niños. Yo creo que a don Alfredo le gustan más los viejos que los niños. Es lógico: los ancianos votan, los niños no.

Además, insistió en los muchos tipos de familia existentes y en que el PSOE, no como otros y por aquello de la no discriminación, apoya a todas las familias, una casuística que nos lleva hasta los 300 tipos de familia… tirando por lo bajo. Por el momento, parecía aludir sólo a las familias humanas pero el progresismo no conoce límites en su radiante evolución.

Burbuja inmobiliaria y corrupción. El  Gobierno central –llamado Estado si así procede- debe tener más control de la corrupción inmobiliaria (esto lo dijo poco antes de abrazar a José Antonio Griñan). Es decir, en lugar de liberalizar el suelo a partir de planes urbanísticos y medioambientales prefijados, Rubalcaba propone más controles.

Guiño al 15-M: regeneremos la democracia. Propone cambiar el sistema electoral con más proporcionalidad y más cercanía. Lamento decirles que no entiendo que significa eso de la cercanía al votante por lo que me evito el análisis pero para la deseada mayor proporcionalidad propuso el sistema electoral alemán, de circunscripciones pequeñas. Pero ni una palabra sobre limitación de mandatos públicos para desprofesionalizar la política. Eso atentaría contra sus propios intereses, naturalmente. Y, por pura casualidad, ni una palabra sobre las barreras de entrada al sistema, barreras que consolidan el duopolio PSOE-PP y que no permiten la entrada de nuevos partidos con nuevas propuestas.

Ni una palabra sobre la reducción de organismos públicos: que eso reduciría la capacidad de los políticos para mejorar la sociedad.

Esto marcha. Bajos salarios, más impuestos y glorificación de la política, o sea, de los políticos empezando, como la caridad, por uno mismo.

SGAE. Nada más difícil de suprimir que lo innecesario

Durante una ruede prensa con un alto cargo del Ministerio de Cultura, se me ocurrió preguntarle por los 'intermediarios' de los derechos de autor. La aludida, algo más que molesta, me respondió: querrá usted decir entidades de gestión de derechos. Muy cierto, Suena mejor entidades de gestión de derechos, nada menos, que repugnantes intermediarios del copyright.

Esto se le llama hacer de la necesidad virtud a través del eufemismo. Lo cierto es que todas las sgaes (actores, autores, compositores, etc) son intermediarios absolutamente innecesarios y, principalmente, hacedores de pleitos. Y eso cuando no roban. Si hablamos de derechos, el garante deben ser las leyes y el Estado, no intermediarios privados. Es como si creáramos intermediarios de las libertades y derechos públicos, sobre el derecho a la integridad física, por ejemplo, o la libertad de manifestación.

El otro problema de las sgaes consiste en que cobran a empresa y ciudadanos en nombre de a aquéllos a los que no representan. Por eso sienten esa afición por el canon, es decir, a los impuestos, que se aplican a los que consumen derechos y a los que no los consumen, a los legales y a los pirata, a los buenos y a los malos. Y esto, con la ley en la mano. Por ejemplo, cobran las televisiones por representar a Julio Iglesias –un poner- independientemente de que representen, o no, a Julio Iglesias y de que las televisiones haya emitido, o no, a Julio Iglesias entonando La Vida sigue igual.

Pero nada más difícil de suprimir que lo innecesario. No hay que refundar la SGAE, hay que cerrarla, por injusta e innecesaria y que sea el Estado, parlamento y tribunales, quienes apliquen la ley

Vamos, digo yo.

La prima de riesgo y las monjas de san Vicente de Paul

Los horarios de verano de las eucaristías me obligan a recorrer el viejo Chamberí, una de las barriadas con más personalidad de Madrid, en busca de una misa mañanera. En la calle de Martínez Campos, me topo con el monasterio de las hermanas de San Vicente de Paúl, un comedor de caridad ante cuyas puertas se forma cada día una rebosante cola de indigentes, que no de indignados.

Mi entrada resulta un tanto… digamos, ligeramente molesta. Las religiosas están reunidas en la capilla y en cuanto me ven llegar me señalan con premura el camino de la sacristía: me han confundido con el cura. Esto da que pensar.

Tras las correspondientes aclaraciones, todas caen en la cuenta de que el verdadero presbítero les ha dejado tiradas a ellas y a mí. Abandono el convento acompañado por una religiosa que me explica:

-Cada día damos de comer a 600 personas. No tenemos para más.

-¿Y han aumentado los 'clientes' con la crisis?

-Mucho, pero la novedad está en las familias con hijos, que antes no venían. Eso sí, llegan antes, les damos la comida y se la llevan a su casa.

Importante detalle. A los comedores de caridad ya no acuden sólo los mendigos, sino familias en paro pero con techo. Conservan su dignidad y prefieren llevarse el almuerzo a casa.

Y esto es bello e instructivo porque nos enseña que la crisis económica no se mide por la prima de riesgo española respecto al bono alemán, sino por las familias que sobreviven, en sus casas, gracias a la comida que les proporcionan las hermanas paulinas.  

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com