Muchas reacciones sobre las informaciones de Hispanidad sobre la situación actual en la Casa Real.

No estoy seguro de que se haya entendido nuestra intención al informar sobre el posible -esperemos que evitable- divorcio de don Felipe de Borbón y doña Letizia Ortiz. En Hispanidad no queremos que se produzca, como no deseamos la ruptura de ningún compromiso matrimonial que, encima, en el presente caso, es un compromiso rubricado ante la Iglesia y, encima, del heredero al Trono de España.

Pero si el vínculo está en peligro, las consecuencias para el país son evidentes -pésimas- y nosotros nos dedicamos a contar lo que ocurre, con mayor o menor acierto, siempre que sea de interés general. Lo digo por todos aquellos que nos acusan de intentar romper el matrimonio de los Príncipes de Asturias. Palabra que no es nuestra intención.

Veamos. Para muchos españoles monarquía y catolicismo van unidos. Pero existe una división clara entre los partidarios de tal aserto. Para muchos católicos, atacar a la monarquía es lo mismo que atacar a la Iglesia. Esto tiene su lógica en un país donde las dos experiencias republicanas se han distinguido, principalmente, por arremeter contra los curas, con su consiguientes quemas de conventos, asesinatos de clérigos, etc., etc., etc.

Para otros, también Iglesia y dinastía son una misma cosa. Y también estos están en lo cierto, porque la monarquía española, a pesar de sus barbaridades, ha coincidido con la forja de un país cristiano. La única colonización evangelizadora y mestiza fue la española y, por recordar otro episodio, en Europa la frontera del catolicismo coincide con los lugares donde llegaron las armas españolas, en el sur frente a los musulmanes y en el norte frente a los luteranos.

Ahora bien, este segundo grupo de identificadores entre Iglesia y monarquía arremeten contra el Rey (en la imagen junto a su hijo, Felipe de Borbón), porque, para ellos, eso es tanto como arremeter contra la Iglesia, que es lo que les mola… y les mola 'in canti'.

A mí me importa mucho más la Iglesia que la dinastía borbónica. De hecho, ya he repetido en varias ocasiones que el papel del Rey en el siglo XXI es constituir una referencia moral para los españoles, que funcionan al silencioso grito de si lo hace el Rey -lo que sea- será porque es bueno. Lo cual implica una responsabilidad especial para el monarca, responsabilidad que, en algunas ocasiones, no ha sabido cumplir.

También es verdad que no soy un monárquico entusiasta pero una dinastía como la española, que se remonta a don Pelayo, con casi 1.400 años de historia no hay que tirarla por la borda de la noche a la mañana. Quienes buscan derribar a la Casa Real no saben lo que hacen porque no saben lo que deshacen.

Pero, insisto, tanto el Rey Juan Carlos I como el Príncipe heredero deben ser una referencia moral para los españoles… o simplemente dejarán de ser reyes. Por decirlo de otra forma, la Iglesia no tiene necesidad de ser monárquica pero la monarquía española sí tiene necesidad de ser católica y ello, aunque buena parte de España -me temo que es cierto- haya dejado de ser católica.

Chesterton aseguraba que ser patriota exige recordarle a la patria sus defectos. Pues ser monárquico exige recordarle sus defectos al Rey. El primero de ellos: el Rey se puede equivocar pero no puede escandalizar.

Y ahora pasemos de las musas al teatro o de la teoría a la actualidad. Tenemos un Rey, Juan Carlos I, que es católico, en serio, sólo que un tanto golfo. Tenemos un Príncipe heredero que, por el contrario, nos ha salido eco-panteísta. A mí me recuerda esto el espléndido y brevísimo ensayo del filósofo Jacinto Choza, que lleva por expresivo título el siguiente: "Elogio de los grandes sinvergüenzas". Compara en él a Felipe II y a Enrique VIII. El primero era un católico de corazón que se aprovechó de su rango para disfrutar de las señoras más bellas de su tiempo. Hacía mal, claro está, pero luego se arrepentía sinceramente, se confesaba con un cura -no necesitaba ser obispo-… y probablemente volvía a las andadas poco tiempo después.

Por el contrario, Enrique VIII de Inglaterra era tan mujeriego como Felipe II de España, pero, además, era muy soberbio. Se encaprichó de Ana Bolena pero, como él, precisamente él, no podía cometer incorrección alguna, exigió que el Papa bendijera su adulterio. Como el Pontífice se negó, su Graciosa majestad, en expresión de Choza, "hizo pasar por las sábanas de su tálamo a todo el pueblo inglés". Aquéllos que optaron por la fidelidad a Roma fueron legalmente decapitados.

Felipe II, concluye Choza, era un sinvergüenza auténtico, Enrique VIII fue un auténtico sinvergüenza.

Tenemos ahora un rey, Juan Carlos I, que se ha burlado de las mujeres y eso está mal, pero tenemos a un Príncipe, Felipe, del que se burlan las mujeres, como buen progre-puritano que es. Lo del padre es censurable pero no compromete al resto de los españoles. Lo del Príncipe Felipe me temo que puede comprometernos a todos y, de paso, terminar con la monarquía. Los hay que pecan y se arrepienten, los hay que no creen en el pecado y exigen al resto que llamen a lo blanco negro y a lo negro blanco.

Dicho esto, deseo de todo corazón que SM Juan Carlos I se arrepienta del mal ejemplo y deseo con el mismo fervor, que futuro Felipe VI abandone sus tontunas progres y que su matrimonio con doña Letizia Ortiz vuelva a ser un ejemplo para el pueblo español. Y ambos deseos por una misma razón: un Rey puede errar, lo que no puede es escandalizar. Felipe II, después de Isabel la Católica (la real, no la de la serie de RTVE), es el mejor monarca que haya podido tener España. Enrique VIII fue el personaje que destrozó el alma inglesa.

Y no criticamos a doña Letizia Ortiz por su pasado, sino exhibido en presente. Las reinas de España (pueden tener pasado pero, y lo mismo los reyes) si quieren tener futuro deben ser, en presente, una referencia moral.

Esperemos que así sea. Lo más grandioso que últimamente ha hecho Su Majestad Juan Carlos I es haber pedido perdón tras su aventura con elefantes y elefantas. En este punto, es un buen ejemplo para su hijo y para su nuera.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com