Con esos reflejos que caracterizan al líder de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares (como todos saben, mi político favorito), la coalición verde-comunista se está replanteando apoyar al Gobierno en el referéndum del 20 de febrero, donde los españoles deberán aprobar, o suspender, el Tratado Constitucional europeo, porque no están convencidos de que la campaña del Gobierno central sobre la Carta Magna europea sea neutral.

Sin duda, tan portentosa declaración es el resultado de muchas horas de duro esfuerzo intelectual, análisis de especialistas y tormentas de ideas, tempestades cerebrales y un proceso de consulta a distinguidos especialistas en campañas del Gobierno.

Porque a la vista de tantas declaraciones de empresarios, intelectuales orgánicos, famosos, y del consenso entre los líderes de los dos partidos políticos que suman el 80% del electorado a favor del sí al Tratado Constitucional europeo, servidor, en su ignorancia, pensaba que la cosa había quedado clara, pero al parecer no.

La verdad es que no estamos ni ante un referéndum ni ante un plebiscit estamos ante una batalla entre el poder y la sociedad, entre el Sistema político, económico, informativo- y el pueblo. Esta es una guerra a muerte entre el poder informativo, el monstruo de nuestros días, contra el hombre común. Todo el dinero del Estado, toda la influencia de los medios informativos, todo el prestigio de los triunfadores de la economía y del espectáculo se van a volcar a favor del Sí. La minoría poderosa se dispone a aplicar a la mayoría silenciosa el mismo viejo jarabe de pal eres libre para votar sí, pero te convertirás en un marginado, cuando no en un majadero. ¿Vas a votar no cuando puedes votar sí? Mira que hasta tus próximos estarán en tu contra, mira, ¡oh, terror de los terrores!, que te vas a quedar solo. Una línea de actuación que siempre recuerda aquel grosero dicho anarquista de los años 70: Mil millones de moscas no pueden equivocarse: comamos mierda.  

Esto no es una campaña electoral por muy manipuladas que estén las campañas. Lo del 20-II es la más desaforada campaña propagandista que alcanza la memoria, bajo el principio de todos los grandes dictadores: O yo, o el caos.

Naturalmente no habrá caos alguno si triunfa el no. Simplemente, habría que modificar una constitución que lleva elaborándose más de 50 años. Pero al Sistema le gusta mentir y lo hace con mucha elegancia. Es más, si algún país, por ejemplo el Reino Unido, dijera que no, se hará todo lo posible para pervertir el proceso democrático y aprobar el texto por la puerta de atrás. Si no, al tiempo.

Pues bien, hay que postular un no rotundo, En esta batalla entre pueblo y poder, no siempre gana el poder. Yo postulo un no, no porque la Constitución no cite en su famoso preámbulo, los principios cristianos de Europa, sino porque no es una Constitución. No reconoce los derechos fundamentales de la persona, especialmente el derecho a la vida (a estas alturas, ya sabemos cómo hay que formular ese derech desde la concepción a la muerte natural) base, a su vez, de todas las libertades públicas. Por tanto, un no bien grande.

Tampoco es tan difícil.

 

Eulogio López