El socialista Manuel Escudero arrincona a Javier Chércoles, de Zara

 

Javier Chércoles pertenece a Inditex (Zara). Es un directivo singular, que no dudaba en cogerse una mochila y recorrerse recónditas regiones de Marruecos para visitar, como si se tratara de un curioso más, las fábricas donde centenares de mujeres cosían y tejían para Zara. Al final, Chércoles se daba a conocer y vigilaba, principalmente, que los empresarios cumplieran las normas de Zara. En pocas palabras, que no explota a sus trabajadores subcontratados, algo muy habitual en el mundo textil, como bien sabe Marks & Spencer.

 

Pues bien, era lógico que un personaje con tanto empuje acabara contactando con el secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, el mismo que ha lanado el Pacto Mundial, por el que las empresas se comprometen a cumplir una serie de principios,  a introducirlos en su cultura corporativa o reputación social corporativa, como se le llama ahora. Y era lógico, también, que Chércoles se convirtiera en presidente del Capítulo español del Pacto Mundial, responsable de que se cumplan sus nuevos principios.

 

No nos engañemos, la formulación es un tanto vaga y no hay quien la certifique o fiscalice, pero puede resumirse en los seis puntos siguientes (para más información, ir a www.pactomundial.org): respetar los derechos humanos, el derecho de afiliación sindical, renunciar al trabajo forzoso, al trabajo infantil, discriminación en el empleo y respetar el medio ambiente.

 

En definitiva, un programa de mínimos. Por ejemplo, no se habla de salarios dignos y está claro que los productores y fabricantes de armas podrían firmar sin mayores problemas el Pacto Mundial, así como los productores y traficantes de drogas o las clínicas dedicadas al aborto.

 

Pero, en cualquier caso, por algo se empieza, y el PSOE enseguida se dio cuenta de que el Pacto Mundial supone una baza electoral estupenda. Permite, en palabras de un destacado miembro del partido gobernante, democratizar la empresa.

 

Es sabida la afición de los socialistas a democratizarlo todo: la justicia, la televisión pública y hasta la misma Constitución. La empresa puede ser otro objetivo. Además, el Pacto Mundial ofrece grandes posibilidades de intervenir en las vidas de las empresas desde la Administración. A cambio, el partido ofrece institucionalizar el Pacto Mundial, incluso con la creación de una Secretaría de Estado de Responsabilidad Social.

 

Pues bien, a ese cargo es al que aspiraba Manuel Escudero, conocido intelectual de la calle Ferraz, quien ya fuera el coordinador del Programa 2000 (PSOE) y luego de la Iniciativa para el Cambio. Escudero, casualmente, es vicepresidente del Capítulo español del foro mundial pero, ojo, no en representación del PSOE, sino del Instituto de Empresa (que empieza a desconfiar de él). Es más, el representante del PSOE en el foro es Ramón Jáuregui.

 

Es igual, Escudero, que aún sueña con convencer a Zapatero de que cree la precitada Secretaría de Estado, ha conseguido expulsar a Chércoles, quien ha dimitido por razones "personales", y se ha hecho con una especie de Presidencia de hecho, justo antes de que el propio Instituto de la Empresa prescindiera de sus servicios. En las vicepresidencias está flanqueado por el representante del banco Santander y de Chupa Chups. Y la opción de Escudero es inteligente, porque, insistimos, oficialmente no representa al PSOE.

 

Estamos en periodo de prórroga y todo puede suceder. Pero el control del Capítulo español del Pacto Mundial coincide con el nacimiento de toda una serie de instituciones medianeras en esto de que las empresas se comporten decentemente: desarrollo sostenible, reputación corporativa, calidad, buen gobierno, etc. Es decir, que está ocurriendo algo similar a los derechos de autor: un objetivo de suyo bonísimo acaba produciendo una siembra de intermediarios dispuestos a prestar  sus remunerados servicios en nombre de la causa. Es decir, lo mismo que ha ocurrido con los derechos de autor y la lucha contra la piratería intelectual.

 

Eso sí, sea para bien o para mal, el PSOE quiere institucionalizar el Pacto Mundial, es decir, controlarlo.