La presidenta madrileña y el líder del PSOE, Tomás Gómez, están de acuerdo: Blesa debe irse. Esperanza Aguirre no necesita al PSOE para aprobar la ley pero sí para nombrar al sustituto de Miguel Blesa, sobre todo, por el sabotaje de Gallardón. Los socialistas quieren un reparto de poder adecuado y una Vicepresidencia. Mientras, continúa la guerra civil en el PP: en Génova apuestan por utilizar a Caja Madrid como el estilete para terminar con Aguirre

No es un golpe de mano, asegura el consejero Antonio Beteta, pero lo parece. Y el hombre fuerte de Esperanza Aguirre, Francisco Granados, insiste en que no se ha hecho una reforma contra nadie. Sólo que nadie les cree. El lunes 22, con el gordo de la lotería al aire, la Asamblea madrileña modificaba la representación de las instituciones en la entidad en beneficio de la Comunidad y en detrimento del Ayuntamiento de Madrid.

La batalla de Madrid no la del 36, sino la de 2008- ha vuelto a dar un vuelco. El presidente de Caja Madrid, segunda caja del país y quinta entidad de todo el sistema financiero español, con un poderoso grupo industrial dependiente, se las prometía muy felices tras el apoyo entusiasta de Alberto Ruiz Gallardón y de Ana Botella quienes, a su vez le habían traído las simpatías de Mariano Rajoy. En la calle Génova, se aseguraba que Blesa continuaría otros seis años (hasta un total de 18-19) como presidente ejecutivo de Caja Madrid.

Tanto es así, que el ganador se permitió el lujo, no sólo de desafiar a Aguirre, sino también al PSOE probablemente su mayor error- nombrando al simanquista montaraz a Antonio Romero para la Corporación Cibeles y apoyándose en el aún más montaraz Moral Santín, un comunista de pro.

Al final, el secretario general de los socialistas Madrileños, Tomás Gómez, ha decidido ratificar su acuerdo con el Gobierno regional que no con la dirección del partido, para quien lo importante es que Blesa permanezca, no porque le parezca le más indicado, sino para destruir la carrera política de Esperanza Aguirre que, si no consigue le ceses del presidente de Caja Madrid, quedará desautorizada. Porque las cajas son cosa de la CCAA. De ahí que Aguirre tenga a su peor enemigo en la guerra civil que se vive en el partido Popular, al alcalde Gallardón, que apoya a Blesa para sabotear a Aguirre.

Conclusión: el PSOE se abstendrá en la nueva ley y apoyará al Gobierno regional para que se vaya Blesa, a quien no aguantan. Eso sí, exige un reparto de poder en la Caja y que se vuelva al esquema de que el presidente lo nombra el Gobierno y al vicepresidente primero el principal partido de la oposición. Y ya puestos, Gómez deja claro que si Aguirre propone a Manuel Pizarro no encontrará su apoyo, pero que no vetarían a Ignacio González, vicepresidente del gobierno regional. Curioso, porque González es el peor visto en Génova: le consideran el muñidor del Congreso de Valencia y de la candidatura abortada de Esperanza Aguirre. Y la misma presidenta le había dicho que su experiencia financiera es mínima, y que su cometido era buscar el candidato, no presentarse al cargo.

En cualquier caso, en Génova aún no se dan por vencidos. Pondrán todos los palos en las ruedas para que Aguirre no se salga con la suya. Blesa ha cometido dos claros errores: pensar que una Aguirre humillada no iba a pelear y creer que podía aprovecha la división del PSOE para conseguir aliados como disidentes. Se equivocó.

Le queda, eso sí, la opción de judicializar su relevo. Pero eso sólo demostraría lo que está demostrando; que se aferra al sillón de mando con pegamento.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com