El secretario general de UGT, Cándido Méndez, acusa a su correligionario del PSOE, Miguel Ángel Fernández Ordóñez de ser el tipo de personaje que nos ha llevado a la crisis.

Lo cual es muy cierto, miren por dónde, porque MAFO es el arquetipo del progre-capitalista, partidario de no ponerle coto alguno a los mercados financieros al tiempo que un entusiasta del aborto: está casado con una feminista radical, arquetipo de las mujeres del Nuevo Orden Mundial empeñadas en no dar tregua a la lucha contra la humanidad hasta lograr su desaparición (o al menos de la parte más miserable de la misma). MAFO es un personaje para el que las ideas son mucho más flexibles que el dinero. O sea, es progre-capitalismo en versión Davos.

Pero no es Méndez quien para degollar a su compañero de partido, dado que él también participa del progre-capitalismo, sólo que en su versión Porto Alegre. Méndez siente el mismo escaso, por no decir nulo, respeto por los débiles y el mismo amor por el dinero de todos, también conocido como el dinero de los demás. La diferencia es que Méndez quiere que ese dinero de los demás sea controlado por el Gobierno y MAFO, más ilustrado considera que debe ser las multinacionales financieras. Pero no dejan de ser las dos caras de la misma moneda.

Vamos a ver, la clave de lo que ha dado en llamarse reforma laboral, parte fundamental de la justicia social, es que los salarios sean dignos, y que los impuestos no avasallen ni a trabajadores ni a emprendedores, especialmente a los pequeños empresarios. Mientras eso se cumpla, poco importa que una reforma laboral decrete el despido libre, y a las pruebas me atengo: los países con despido libre, caso de Estados Unidos o Reino Unido -a pesar de sufrir más que nadie la crisis actual, por ser los más especuladores- son los que exhiben menos paro y salarios más altos, al revés que los países sin despido libre, como Francia, Italia y España. Y por cierto, se cobra mejor en los de despido libre que en los que disponen de trabajo presuntamente asegurado donde, encima, los contratos son precarios y el empresario sustituye la ausencia de despido libre por contratos eternamente temporales.

Los que debe preocupar a un sindicalista son unos salarios dignos y unos impuestos que no agobien a los trabajadores y autónomos, incluidos los impuestos laborales. Oyendo al secretario general de UGT, parece que el salario poco importa si el despido es dificultoso y luego puede uno cobrar un buen subsidio de paro, a ser posible de forma permanente. Y lo que ha de preocupar a un gobernador del Banco de España es reducir la especulación y el apalancamiento en el sistema. Es justamente lo que no preocupa ni a Méndez ni a MAFO. ¿Por qué? Porque son progres y capitalistas. Ambos dos: las dos caras de una misma moneda.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com