Benedicto XVI no visita el Líbano, visita todo el mundo árabe, porque los dos ejes de los que depende todo el Creciente Fértil del futuro islámico no son musulmanes, sino el cristiano Líbano y el judío Israel.

Sí, ya sé que los radicales islámicos y la dictadura siria se han asentado en el Líbano pero Fenicia fue un país cristiano y la impronta la sigue teniendo.

Benedicto XVI viaja al Líbano para defender, no la paz, sino la falta de la libertad religiosa que provoca violencia. Por ejemplo, los salvajes asaltos a las embajadas norteamericanas, además de poner en ridículo la política de la OTAN, es la prueba de que hemos llevado al poder a quienes ahora nos asesinan. Pero no sólo eso, también implica ataques a los cristianos en esos países 'liberados'. Es decir, que Occidente ha armado a sus enemigos. El gemido de Hillary Clinton -"¿Cómo es posible que nos hagan esto aquellos a los que hemos ayudado a liberar"?- demuestra la necedad del mundo libre, dominado por progres, y el progresismo siempre tiende al suicidio.

Y no aprendemos. La propia Hillary asegura que el vídeo sobre Mahoma, que presuntamente ha generado los ataques a intereses norteamericanos, es "repugnante". No lo dudo, señora secretaria de Estado, pero los continuos ataques al cristianismo y las continuas blasfemias en su propio territorio en todo el mundo islámico nunca han merecido una nota de protesta por su parte. Es más, las blasfemias contra Cristo se han convertido en la moda de Occidente pero, naturalmente, como los cristianos responden rezando y los musulmanes matando, usted nunca ha dicho esta boca es mía al respecto. El problema no es que el Islam odie al cristianismo, el problema es que Cristo es odiado por muchos poderosos de Occidente.

Un ejemplo, doña Elena Valenciano, número dos del PSOE (en la imagen), en referencia a un famoso caso de eutanasia, aseguraba, en plena Semana de Pascua y en relación a Jesús De Nazaret, que ella también prescindiría de los cuidados paliativos si supiera que iba a resucitar al Tercer Día. La verdad es que los cristianos no creemos en la resurrección al tercer día sino al instante, y que la Iglesia no prohíbe sino que aconseja los cuidados paliativos. Pero tampoco podemos pedirle peras al cultivado olmo de doña Elena. Si eso lo hubiera dicho sobre Alá en un país islámico, doña Elena estaría muerta. Como no se atreve con Mahoma porque los mahometanos son violentos, blasfema sobre el cristianismo porque sabe que los cristianos no le arrearán la bofetada que, sin duda, se tenía merecida. 

Otro ejemplo: el cantamañanas, y director de cine, Ulrich Seidl, presentó en el reciente Festival de Cine de Venecia, ciudad cristiana, una película donde su actriz se masturba con un crucifijo. Pero ningún poderoso de Occidente le afeó su conducta. Si lo hubiese hecho con un motivo islámico, ¿dónde estaría a estas horas el pintamonas de Ulrich?

Si Occidente quiere tomarse en serio este derecho básico, sin el cual no habrá paz en el mundo, lo que tiene que hacer es enarbolar la bandera de la libertad religiosa en condiciones de reciprocidad. No se puede permitir instalar mezquitas procedentes de aquellos países que asesinan y torturan por poseer una biblia. Por ejemplo, en Madrid tenemos una gran mezquita árabe, país que te condena a cárcel o muerte por el hecho de ser cristiano.

El mundo islámico no tiene media torta frente a Occidente, ni militar ni filosóficamente. El peligro está, precisamente, en que Occidente abjura de sus principios cristianos e incluso vapulea esos principios. Y entonces, claro, la batalla cultural la gana el Islam.

Lo que está ocurriendo no es una guerra de religión, es la ausencia de libertad religiosa... para los cristianos.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com