Si vienen trabajadores comunitarios se reducirán los salarios en el Reino Unido, aseguran los nacionalistas británicos. No, si tienes un salario mínimo adecuado, y el Reino Unido lo tiene. Para ser exactos casi el doble que el español.

Lo que ocurrirá será que rumanos y búlgaros obligarán a los británicos a ponerse las pilas en productividad. En plata, a trabajar más. Y eso no tiene por qué ser malo.

Los alemanes van por una vía similar. Como usted, rumano o búlgaro, es europeo, no puede cerrarle la frontera, pero no le permito quedarse si no tiene trabajo. De otra forma, se argumenta, resulta que se estaría aprovechando de nuestro Estado del Bienestar, esto es, de las subvenciones públicas alemanas.

De entrada, habría que responder que, en ese caso, a lo mejor lo que sobran son subvenciones públicas, no inmigrantes. Pero, en cualquier caso, si Europa quiere ser un solo país tiene que abrir las fronteras y permitir que cualquiera, aunque no sea búlgaro -que es un idioma, como nos recordaba el chiste de Eugenio-. Y si quiere ser un continente cristiano, también. Es más, no puede haber fronteras.

Y el que no quiera derribar las fronteras no quiere ser paneuropeo. Lo único que quiere es disfrutar de las ventajas económicas del libre comercio. Eso es mucho, pero es poco. Entre otras cosas porque Europa exige mucho a cambio de esas migajas. 

El racismo ha dejado de ser un problema pero la xenofobia económica sí que lo es. Podíamos llamarlo ecoxenofobia. O xenoconomía, que aún suena peor. Y es tan dañina como cualquier xenofobia y tan liberticida como el racismo de siglos pasados.

Y en el entretanto, seguimos con el problema de la Europa a medio hacer. Somos una unidad de mercado pero no una unidad fiscal, ni laboral, ni de rentas… ni de subvenciones públicas.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com