Estoy de nuevo en Tarragona, donde cada año vivo unas cortas vacaciones. Fiestas de San Magí. Acudo a una de las pocas eucaristías mañaneras de la capital catalana: la han suprimido. Y así, sin apenas eucaristías por la mañana, llegamos a esto: en una capital de provincia, no hay eucaristías de sábado dado que las de la tarde del sábado son víspera de domingo. Catolicismo minoritario, que le dicen, dentro de un coro clericalón que asegura que se reduce el número de misas porque no hay feligreses, cuando mi sospecha es que se reduce el número de adoradores porque no encuentran eucaristías, o sagrarios abiertos, en los que adorar.

Se lo pongo más duro: ¿Quieren ustedes un síntoma de fin de ciclo, de fin del mundo, si lo prefieren Éste: la supresión o reducción del sacrificio eucarístico. No falla. Y en Cataluña, y me temo que también en otras partes de España, es justo lo que está ocurriendo.

Una supresión puntual, puede ser, de la que desconozco los motivos, pero me llama la atención que, cada verano, encuentro menos eucaristías y mas banderas esteladas, es decir, independentistas. Y les aseguro que la independencia de Cataluña no figura entre mis principales preocupaciones. Me preocupa mucho más que, tal y como coincidieran dos ejecutivos catalanes, Cataluña está dejando de ser católica porque el cristianismo es algo que "viene de Madrid", que se identifica con lo español. ¡Que tiene bemoles, la copla!

La primera respuesta a esa curiosa identificación entre el amor a Cristo y lo español -por tanto, rechazable en mi querida Cataluña- es la del viejo chiste: ¡Ojalá, hijo, ojalá! El Madrid de hoy no se caracteriza por su acendrada vida sobrenatural, o ésta debe andar muy oculta.

Y, también, dejemos a un lado ese desprecio que muestran tantos catalanes hacia nosotros, los españoles, mientras aseguran que los zaherimos. Dejemos a un lado los ofensivos que pueden llegar a resultar los nacionalistas, expertos en hacerse los ofendidos, precisamente. No, lo grave, lo gravísimo, es confundir el fin con los medios. Cristo me sirve sólo en el caso de que sea útil para 'fer país'. De otro modo, no me sirve. Eso sí que es peligroso.   

Me aterra que muchos catalanes hayan deificado su ideal de soberanía nacional. Porque la patria, glorioso concepto, elevada a deidad no es más que fascismo. El fascismo, en efecto, no es otra cosa que la deificación de la nación. Eso es lo que está ocurriendo en la Cataluña de hoy: que no son pocos, desgraciadamente percibo que cada día son más los que han convertido la estelada en su dios. Un ídolo tan ridículo como el becerro de oro de los israelitas en el Sinaí.

Eulogio López

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