• Así, el monarca no abdicará, pero debe expulsar a Corinne de Zarzuela
  • La historia del Excelentísimo Ayuntamiento de Hinojosa del Duque
  • ¿Ajuste o expansión? Los dos
  • Historia de un divorciado o la busilis de la crisis
  • España cainita: el BBVA pone a caldo al resto de bancos españoles en Londres

Decíamos anteayer que, con su petición de disculpas por su viaje a Botsuana, el Rey de España, Juan Carlos I, se había ganado el respeto de los españoles y que ahora 'sólo' le quedaba recuperar su afecto. Para ello, al dolor de los pecados debe de unirse el propósito de la enmienda. Pero ojo, no se trata de la habitual campaña para que el Gobierno controle a la Casa Real. ¿Por qué había de hacerlo, más allá del control presupuestario que ya posee la clase política sobre la Jefatura del Estado?

Insisto, la historia de la monarquía contemporánea, una monarquía con poder político mínimo e influencia social máxima, consiste en convertirse en referencia moral para los ciudadanos, bajo el principio de que 'si lo hace el Rey, bien hecho está'. Como la sociedad moderna ha decidido vivir en la bobalicona contradicción de que no existen ni la verdad ni la moral absolutas (una chorrada: si la verdad y la moral no son absolutas ni es verdad ni es moral) el Rey debe convertirse en referencia moral… o fenecer. Por decir algo: ni al más entusiasta defensor del adulterio le gusta tener un rey adúltero.

Con una nueva intervención quirúrgica a sus espaldas y una campaña lanzada por su nuera, Doña Letizia Ortíz de Borbón y por el director de El Mundo, Pedro J. Ramírez para que abdique en su hijo Felipe, hemos pasado otra semana de órdago. Pero se ha saldado bien, porque desde el desagradable incidente de Botsuana, las presiones sobre el Príncipe aumentaron. Sin embargo, el heredero ha reaccionado de forma opuesta a cuando estalló el Caso Urdangarín: se ha alineado con el Rey, ha puesto en su sitio a su esposa doña Letizia y ha defendido a su padre, respaldándole pero no sustituyéndole. Padre e Hijo se han unido más que nunca.

Ahora ya sólo queda una cosa y me temo que voy a tener que pronunciarla en voz alta, lo que no me seduce mucho: El Rey debe expulsar de Zarzuela a Corinne Larson. De Zarzuela y de su vida… por imperativo moral. Dice un amigo monárquico que no es tan sencillo. Yo creo que sí, sean cuales sean las consecuencias, incluido el presunto chantaje que, por otra parte, no es ni dolor de los pecados ni propósito de la enmienda sino el cumplimiento de la penitencia.

Con ello volverá ser una referencia para el pueblo español. Sobre todo, para la mitad de la población.

Luis de GuindosLa historia del Excelentísimo Ayuntamiento de Hinojosa del Duque

"Racionalizar el número de ayuntamientos". Es la frase de moda en la política española. Es tan sabido como desconocido que el racionalismo suele resultar escasamente razonable, pero el caso es que esta es la frase de moda, la idea-fuerza, que dirían nuestros amigos gringos. La ha pronunciado el ministro de Economía, Luis de Guindos (en la imagen), tras el Consejo de Ministros del pasado viernes 27. Lo que Guindos pretende es reducir el coste de los ayuntamientos a costa de fusionarlos. Hacer que, por decir algo, los 8.000 municipios españoles se conviertan en 2.000. Es la idea mágica, escasamente racional de que las fusiones constituyen la solución ante un exceso de gasto municipal.

Hombre no: lo racional ante un exceso de gasto es reducir el gasto, no el número de ayuntamientos. Insisto en que la sugerencia de Guindos procede del ámbito financiero, es decir, se trata de una idea chiflada, que nos conduce al postulado de siempre: "Fusiona un banco malo con otro malo y tendrás tres problemas". Fusiona municipios y habrás añadido un problema más a la quiebra municipal española.

Además, un ayuntamiento no es una empresa sino un sentimiento, una identidad. El hombre nacido en Hinojosa del Duque se siente hinojoseño y le agrada tener un alcalde en el mismo, sobre todo porque le ve cada día en la plaza y, si se tercia, puede reprocharle en la cara sus excesos. A lo mejor hay que reducir el tamaño de las dependencias municipales, no construir el polideportivo que nadie va a utilizar, reducir el presupuesto previsto para las fiestas patronales y, sobre todo, no permitirle al Ayuntamiento de Hinojosa que eleve los impuestos ni que se endeude con los bancos. También se le puede impedir que contrate proveedores a los que no puede pagar y, de paso, suprimir la subvención -desconozco si las tiene que conste- al grupo de gays de la localidad y la revista municipal sobre ideología de género y medio ambiente. 

En resumen, reducir el gasto pero no suprimir el Ayuntamiento de Hinojosa del Duque, porque eso no ahorra: sólo se carga las raíces de todos los nacidos en Hinojosa, que es cosa distinta y muy molesta. Porque Hinojosa, como cualquiera de los otros 8.000 municipios españoles, tiene su historia y su tradición, que nos salen gratis y que, además, constituyen un patrimonio inmaterial que produce más satisfacción a los vecinos que las campañas publicitarias del señor alcalde sobre el cuidado de la fauna local y similares.

La historia anunciada por el Gobierno Rajoy es la historia misma de esta crisis, cuyo veneno consiste en aplaudir lo grande y eliminar lo pequeño, justo lo contrario de lo que hay que hacer.

¿Quieren una prueba? El Ayuntamiento de Madrid -uno solo de los 8.000 municipios españoles- tiene una deuda que supera el 20% de la deuda global de los 8.000 ayuntamientos 'racionalizables'. Es decir, el ayuntamiento más grande de España es el más dañino de todos. Sencillamente, porque lo grande es ingobernable mientras lo pequeño es hermoso. Y una racionalización que tiende al monopolio o al oligopolio no es racional, es sólo liberticida.

Esta es la historia misma de la crisis. Y la crisis sólo tiene una solución, tanto en el ámbito público como en el privado: destruir lo grande y favorecer lo pequeño.

Créanme: el culpable del despilfarro municipal no es el Ayuntamiento de Hinojosa, sino el de Madrid. Y la culpa no es de la alcaldesa Ana Botella, sino de que se trata de un consistorio enorme, ergo, ingobernable.

Angela Merkel¿Ajuste o expansión? Los dos

Con ese amor al tópico de políticos, economistas y periodistas –tres colectivos unidos bajo un mismo principio: el lugar común- en España y en toda Europa, se plantea la misma cuestión: ¿Ajuste o expansión? Especialmente en España, tras la desastrosa Encuesta de Población Activa (EPA) con un PSOE alineándose con Francia y distanciándose de Alemania.

Pero lo cierto es que se trata de un mensaje totalmente falso. No hay dilema: es necesario el ajuste y es necesaria la expansión y no hay incompatibilidad alguna entre ambos: es más, son complementarios.

Se trata de reducir subvenciones y prestaciones públicas no urgentes. Se trata, también de suprimir impuestos en la medida en que sea posible y, sobre todo, de los impuestos que gravan el empleo y la pequeña propiedad.


Y en estas, la canciller alemana, Ángela Merkel, anuncia un "programa de crecimiento para la Unión Europea". Guardiana de la ortodoxia, no renuncia a ella –y hace bien-, pero asegura que hay que fomentar el crecimiento apoyando a las pymes. No explica cómo pero parece ir  bien encaminada y apunta bien hacia lo que no desea: por ejemplo, no desea que esa expansión se financie con deuda. Enhorabuena, pero habrá que  ampliar dos cosas: el congelado presupuesto comunitario –la base de la solidaridad europea y los salarios mínimos de una buena parte de la población europea. Por ejemplo, de España.

Ojo, y todo ello sin olvidar al culpable de la crisis, la codicia financiera. Sí, la Tasa Tobin debe imponerse. Es el único impuesto que debería nacer y crecer en estos tiempos.

¿Ajuste o Expansión? Los dos. No son incompatibles sino complementarios.

Historia de un divorciado o la busilis de la crisis

"Como consecuencia de la separación y divorcio de mi señora, me veo a malvender las oficinas que tengo en la plaza de… Las citadas oficinas tienen una superficie útil de 211 metros cuadrados… debido a las circunstancias comentadas me veo en la obligación de venderlas a 600.000 euros… Como las oficinas son del matrimonio le debo entregar a mi señora 300.000 euros…".

Es un anuncio que me encontré en mi buzón, y que refleja mejor que ningún artículo de fondo, la historia de esta crisis, que no es económica, sino antes, familiar y aún antes, demográfica. Es decir, que es una crisis moral.

Carlos Solchaga, exministro socialista de Felipe González, aconsejaba a sus colaboradores que no se divorciaran. No porque fuera un fans del matrimonio cristiano sino porque aseguraba que divorciarse resultaba carísimo. Esta es una historia de la crisis con moraleja: el compromiso suele ser rentable y la lealtad produce sinergias. Solchaga tenía razón.      

Francisco GonzálezEspaña cainita: el BBVA pone a caldo al resto de bancos españoles en Londres

Esta es la historia del consejero delegado de un importante banco español que viajó a Londres con el habitual proyecto de contarles a los analistas de un banco de inversión, radicado en la City británica, lo bien que marcha su entidad. Lo normal.

No le fue mal y, al final, mantuvieron un almuerzo de trabajo con los yupis del megabanco quienes, entre canapé y canapé le aseguraron que su última visita española había sido la de sus colegas del BBVA y que éstos habían dedicado a criticar al resto de la banca española, quizás con el noble propósito de destacar lo propio hundiendo lo ajeno.

España es un país cainita, pero no tiene por qué ser un país idiota. En el momento en que todo el universo financiero se ensaña con un país acosado por la deuda, cuando los bancos se ven arrestados por la mala prensa y una legislación hecha a medida de la banca anglosajona, los chicos de FG se dedican a echar piedras contra su propio tejado. Sí, contra su propio tejado, porque todo el sistema bancario español habita en el mismo inmueble.

El problema de los españoles es que vivimos en permanente guerra civil. Por eso nos toman tanto el pelo.        

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com