Los presidentes de Telefónica, César Alierta, y el del Grupo Santander, Emilio Botín, las dos empresas más capitalizadas de España, están que trinan. Botín nunca perderá la compostura en público.

Su táctica seguirá consistiendo en alabar al presidente del Gobierno, sea quien sea, pero la procesión va por dentro.

Con Alierta ocurre algo similar, pero es cierto que ambos están muy hartos de la mala fama de España.

El asunto es sencillo: no hay nada más simple sobre el planeta tierra que los mercados financieros. Analistas e intermediarios se guían por tópicos y rumores y tienden a equivocarse, todos al mismo tiempo y en la misma dirección. Ahora mismo, el tópico reinante consiste en que España no es de fiar. Ahora bien, como resulta que España es un mercado estrecho, si España no es de fiar quienes  pagan la desconfianza general son los buques insignia del Ibex 35, esto es, las dos primeras empresas cotizadas del país: Santander y Telefónica.

Alierta acaba de volver de un road show, es decir, de enseñar la niña, de mostrar su balance, por el Reino Unido y Estados Unidos y está más que cabreado. Él lidera una de la telecos más sólidas del mundo, pero los analistas no se fían de él porque no se fían de España ni de la política económica española.

Botín no frecuenta sus salidas públicas al extranjero, a pesar de que es un hombre sin complejos, con muchos menos complejos que sus asesores de imagen. Y algo similar ocurre con los bancos que cotizan. Son mejores que los extranjeros pero cotizan peor. Por eso, puede que no sea una buena idea convertir a las cajas de ahorros en bancos.

Por cierto, hablando de la pésima gestión de la crisis realizada por ZP, el problema "corporativo" de EspañaElena Salgado cumple un año como vicepresidenta económica. Su balance se resume rápidamente: el número de parados ha aumentado en más de medio millón en un año, tal y como informamos en esta edición de Hispanidad.

Habrá que insistir: el principal problema económico de España es su Gobierno y, a la cabeza del mismo, su oposición. Y lo peor es que, como decíamos ayer, ni inversores, ni empresarios, ni analistas ni intermediarios -culpables éstos últimos de la crisis, no lo olvidemos, pero hay que seguir soportándoles- confían en la alternativa pepera de Mariano Rajoy.

Eulogio López 

eulogio@hispanidad.com