Al parecer, a don Alexander Buchinskiy no le ha gustado mi artículo "cuidado con el hambre, cuidado con el hombre". El lector de Hispanidad dice exactamente esto.

Don Alexander entiende que los valores, "los falsos valores, de la caridad cristiana" son los que me llevan a tamaño desatino: el hombre antes que la naturaleza, producto -asegura- de una opinión egoísta y de un sentimiento antropocentrista.

Yo diría que animar a paliar el hambre no parece muy egoísta, pero prefiero centrarme en eso del sentimiento antropocentrista. No hombre, no don Alexander, los cristianos no somos antropocentristas, sino cristocentristas. Somos tan raros que pensamos que, antes que el hombre, está Dios. Pero, y ahí anda cargado de razón, también pensamos que tras el teo viene el antro, es decir, que en segundo lugar está el hombre, y sólo después animales y plantas... y sólo después el agua y las piedras.

Los cristianos somos muy ecologistas, con tal de que la naturaleza muerta o irracional sirva al ser vivo y racional... y no al revés.

Porque verá usted, el problema es que las piedras no sufren, el animal irracional sufre pero no es consciente de su sufrimiento. Vamos, que su dolor es un dolor de risa comparado con el sufrimiento humano que une a la dolencia física al dolor psíquico de humillación, de impotencia que produce. El ser racional es el único que es consciente de su propio dolor.

Porque claro, lo más grave de su argumento es que, a la hora de decidir entre el hombre y la lechuga, resulta que usted apuesta por la lechuga.

Como dice Juan Claudio Sanahuja, el desarrollo no debe ser sostenible sino sustentable. Y en la medida que sustente al hombre, el hombre, dotado de inteligencia, consigue hacer el planeta sostenible. En definitiva, el esfuerzo ecológico del hombre es importante, claro está, pero sólo para preservar el planeta para las próximas generaciones... de hombres.

Y así, no es de extrañar que don Alexander exija una reducción de la humanidad, es decir, el habitual argumento progresista y, en efecto, poco cristiano: si no podemos acabar con la miseria acabamos con el miserable. Además de resultar muy poco ecológico, dicha postura siempre nos lleva a la siguiente pregunta: ¿por dónde empezamos a recortar seres humanos? ¿Por el señor Buchinskiy? Estoy seguro de que esa propuesta no está avalada. Por lo general, los adoradores de la madre tierra, digamos los eco-panteístas, siempre proponen empezar por los no nacidos y seguir por los ancianos, aborto y eutanasia. Por pura casualidad son los dos colectivos que no pueden defenderse o que tienen más difícil la defensa... o que están desesperados.

Seré muy egoísta pero entre el hombre y la ameba yo apuesto por la continuidad del hombre. Y la ameba, que se fastidie.

Ya he dicho que el principal enemigo de la humanidad es el panteísmo. Lo ha sido siempre, pero ahora, al panteísmo le llamamos ecología.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com