El perro mongol fue el proyecto de fin de carrera (en la Escuela de Cine de Munich) de la joven directora de nacionalidad mongola, Byambasuren Davaa, una profesional que ya había asombrado favorablemente al público con su anterior trabajo : La Historia del camello que llora (2003).

 

En esta ocasión, la directora ha rodado en la parte noroccidental de su país, Mongolia, la zona de origen de sus padres y para este proyecto fichó a actores no profesionales. Quizás por ambos motivos la película rezuma autenticidad, sencillez y frescura (los tres niños de la familia son una verdadera delicia).

 

El perro mongol cuenta la historia de una niña, Nansal, hija de unos pastores nómadas que, en una de sus correrías por el campo, encuentra un cachorro de perro. Desde el primer momento se encapricha con el chucho, pero su padre, temeroso de que sea descendiente de lobos, intenta que lo devuelva. Nansal, a pesar de las órdenes paternas, no se resigna a perder su mascota.

 

Este argumento nimio le sirve a la directora para narrar una historia intimista, llena de sensibilidad, que le brinda la oportunidad de mostrar al mundo una cultura y unas costumbres tan lejanas como la suya y el inevitable cambio que conlleva en esa vida la llegada del progreso y la globalización. En el terreno más sentimental en El perro mongol resulta bonita la relación establecida entre la niña y el can y todavía lo es más el amor y la unidad de la que hace gala esa humilde familia. Para el espectador occidental también resultará admirable el respeto con el que la directora trata la religión budista de sus compatriotas (en las películas europeas, más en las españolas, el respeto por la religión católica, en la mayoría de las ocasiones, brilla por su ausencia).

 

En definitiva: seguimos contemplando cómo un gran número de directores asiáticos están dando ejemplo de buen cine narrando historias humanas.

 

El perro mongol se estrena el viernes 22 de septiembre

 

Para: Los que les gusten las historias que narran hechos cotidianos