En cuanto oyó hablar de manifestaciones contra Benedicto XVI, el consejero delegado de PRISA, Juan Luis Cebrián, se dio por aludido y comenzó a arrearle a la Iglesia. Por aquello de que nunca viviría en Indonesia, el eximio representante del Nuevo Orden Mundial, se quedó en su propio corral y afirmó que la reconquista española era algo de lo que avergonzarse y pedir disculpas al Islam. Ahora mismo estamos todos esperando un nuevo artículo de Janli con una severa crítica hacia el gobierno indonesio, que, en venganza por las graves ofensas papales, ha decidido ejecutar a tres cristianos bajo la acusación de dirigir una milicia que atacaba intereses musulmanes. El mero hecho de que exista una milicia cristiana en Indonesia es como hablar de grupo sionista en Riad: no se lo creen ni los jueces. Seguramente, Cebrián está ya preparando la pluma y hará alusión, no lo duden, a la crueldad añadida de que a los tres ejecutados se les prohibiera el acceso a la confesión y a la comunión antes de ser llevados al matadero. Habrá que insistir, el problema no es el Islam, mero instrumento en manos de la progresía occidental, el problema es gente de la calaña de Juan Luis Cebrián, poderoso millonario y prestigioso académico.

Otrosí. Cuando Benedicto XVI, llevado de su bonomía, volvió a aclarar que sus palabras no podían entenderse como una ofensa al Islam, el diario gratuito ADN, propiedad de don José Manuel Lara, un apacible señor de derechas, así mismo millonario, tituló de la siguiente guisa: otra disculpa papal. Lo cual no deja de resultar instructivo, dado que otra de las diferencias entre cristianos y musulmanes radica precisamente en eso : en el sentido del pecado. En el Islam ni existe ni puede existir el liberador sentimiento de culpa. Como afirmó el psicólogo Albert Görres, todos los hombres necesitan un sentimiento de culpa. Las bestias y los monstruos, entre otros, no tienen sentimiento de culpa. Tal vez no lo tuvieran tampoco, Hitler, Himmler o Stalin. Seguramente carecen también de él los patronos de la mafia, y acaba concluyendo, quien no es capaz de sentir culpa, está espiritualmente enfermo, es un cadáver viviente. Y así, es lógico que ni Planeta ni PRISA logren comprender que Benedicto XVI no ha pedido disculpas porque no había ninguna disculpa que pedir. Lo que ocurre es que su corazón le llevaba a valorar la ofensa desde el punto de vista del presunto ofendido, y no desde el punto de vista del presunto ofensor.

Y así, mientras unos intentan apaciguar los ánimos y, si es necesario, disculparse donde no hay culpa, otros decretan el viernes de la ira. La actitud de Benedicto XVI frente a la de los gobernantes islámicos nos enseña que el mensaje evangélico de poner la otra mejilla, sólo es apto para los más fuertes. Porque el hombre más débil y pusilánime puede ser violento, pero para ser dulce hay que ser muy recio. Es difícil que el Islam pueda entender esto, pero lo grave no es que no lo entienda el Islam, lo grave es que no lo entienden ni José Manuel Lara ni Janli Cebrián.

Eulogio López