El diario El País ha concedido honores de portada al nombramiento de monseñor Tarsicio Bertone como sustituto de Angelo Sodano en la Secretaría de Estado Vaticana: El Papa refuerza la ortodoxia al designar a un conservador como número dos. No tratemos de descubrir el arcano de la terminología progre: ¿Qué es conservador para los chicos de Janli Cebrián?

El titular es genial y muy ilustrativo, porque revela esa obsesión por trasladar a la Iglesia las categorías del mundo del mundo progresista, se entiende. Una obsesión que incurre en muchas contradicciones. Veamos: Por Número dos El País entiende el segundo que más manda en el Vaticano, por la sencilla razón de que la Secretaría de Estado no deja de ser la cancillería de un Estado. Pero se trata de un país diminuto, el más pequeño del mundo y que en el concierto internacional manda menos que un gitano en un juzgado. Es evidente que las grandes potencias no temen al Vaticano por su poder sino por su influencia. Dicho de otra forma: si hay un dicasterio vaticano que mande poco esa es la Secretaria de Estado.

Pero la contradicción progre va más allá. Según El País, lo peligroso de Don Tarsicio es que es un conservador, salido, ¡qué horror!, de las grutas hediondas del Santo Oficio. Según El País, convertirle en Ministro de Asuntos Exteriores es la prueba irrefutable del giro conservador que pretende imponer Benedicto XVI. Ahora bien, si el Papa quisiera tal cosa, ¿no sería más lógico que mantuviese al conservador Tarsicio en la cuna de la ortodoxia, en la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe y no en la diplomática Secretaría de Estado, dedicada a asuntos mucho más mundanos?

Por lo demás, conviene valorar en mucho los desvelos del país por construir una Iglesia apropiada al siglo XXI. Es sabido que el grupo Polanco está dispuesto a cualquier sacrificio con tal de salvar a los curas. Tanto es su afán que se preocupa de que el Papa pretenda reforzar la ortodoxia, de lo que debemos deducir que la principal función del pontífice y de los papas consiste en reforzar la heterodoxia y, a ser posible a los heresiarcas. Y es que la progresía le ha dado un giro, todavía más majadero al modernismo. La primera modernidad -siglo XX- era mucho más sincera, pretendía lisa y llanamente cargarse a la Iglesia pero la modernidad progre de la actual centuria pretende algo mucho más terrible, cruel y trágico : pretende reformar la Iglesia. Y en materia de doctrina, y eso es de lo que estamos hablando, los colonizadores siempre resultan mucho más peligrosos que los conquistadores. Es lo que le ha pasado a Janli Cebrián, que antaño quiso cargarse al Papa y ahora sólo pretende que le hagan papa.
 
Eulogio López