Sr. Director:

Juan Pablo II ha sido un papa inclasificable y polifacético. Su rica personalidad es inabarcable y nadie podrá patrimonializarla. Cierto que fue considerado el papa de los jóvenes, pero no menos cierto es, que ha sido el papa de los mayores.

Para la tercera edad es un referente obligado. Su ejemplo vital, máxime en el declive de sus últimos años, quedará imborrable para los que más necesitan de estímulo, comprensión y ayuda, es decir, los hombres y mujeres de la tercera edad.

Se le recordará siempre como un hombre de máxima coherencia entre lo que predicó y enseñó con su actitud y comportamiento.

Baste recordar a Juan Pablo II ya en su declive fisiológico imparable, la entereza con que soportó todos los avatares de su enfermedad de Parkinson, las varias operaciones quirúrgicas, las secuelas de su atentado, la inmovilidad en su silla de ruedas, la mudez e incomunicación vocal, suplida por gestos desde su ventana del Vaticano, tratando de comunicarse impotentemente con los fieles...

Juan Pablo II asumió todas sus limitaciones sin abdicar de su deber. Cristo no bajó de la cruz y ante los medios de todo el mundo, nos dio la suprema lección de irse apagando paulatinamente, muriendo con plena dignidad, no en el Gemelli, sino en su casa, rodeado del cariño y atención de los suyos.

Descanse en paz el papa de la tercera edad.

Miguel Rivilla San Martín

miriv@arrakis.es