Y encima, le recuerda el derecho a la objeción de conciencia.

Con la sutilísima ironía algunos malpensados, aunque sólo ellos, hablan de chulería- que le caracteriza, el presidente norteamericano, Barack Obama, se despidió de Benedicto XVI tras su primer encuentro, celebrado en el Vaticano, recordando a quien quisiera oírle que se llevaba suficiente lectura para el avión en el que se trasladaría a Ghana. Y esto a cuenta de que el Papa le había regalado un ejemplar de su última encíclica, Caritas in veritate, así como otro ejemplar de la instrucción vaticana Dignitas personae, sobre la barbarie de la experimentación con embriones humanos, a la que el inquilino del Casa Blanca se ha lanzado con entusiasmo.

Vamos, que no piensa leerse ni lo uno ni lo otro, porque Mister Obama sólo atiende a documentos científicos, como buen progresista que es, especialmente si se trata de científicos progres. Durante su breve etapa en la Casa Blanca, el presidente norteamericano ha demostrado que acepta cualquier tipo de contacto excepto con los fundamentalistas, es decir, todo aquel que no acepte su credo relativista: nada es verdad ni nada es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira.

Aun que, desde la lejanía, uno sospecha que la ironía más espléndida, a feur de caritativa, fue la de Benedicto XVI, quien le despidió con un rezaré por usted, frase que la diplomacia vaticana y el señorío cristiano impiden completar con un que buena falta le hace.

En cualquier caso, Benedicto XVI aprovechó su primer encuentro con el hombre más poderoso del mundo, aprovechó para desautorizar a los teólogos y miembros de la curia afines a la política abortista de Obama. Especialmente a uno de ellos que, en un controvertido artículo publicado en el periódico de la Santa Sede, definió a Obama como un hombre  preocupado por la vida, que permite el aborto pero sufriendo agudos reconcomios y que, en puridad, dedica sus desvelos a reducir el número de infanticidios, al parecer sin mucho éxito.

Por lo visto, el Papa no es de la misma opinión. Por ello, ha aprovechado la entrevista para recordarle a don Barack

que el derecho a la vida constituye el primero y principal de todos los derechos, sin el cual no puede existir ningún otro, información que completó con un segundo varapalo en la medular del hombre de la Casa Blanca: sin objeción de conciencia no hay derecho, no hay libertad. La objeción de conciencia no es un derecho, sino todos los derechos en su punto de prueba, porque una conciencia obligada a ceder ante la norma jurídica que la violenta no es conciencia libre ni se produce en un Estado libre, aunque se le denomine Estado de Derecho.

Y eso se lo dice en el momento en el que el señor Obama, como en España su sosias, el señor Zapatero, se dispone a cargarse la objeción de conciencia de, por ejemplo, el personal sanitario a la hora de negarse a practicar abortos (la de las jueces obligado a casar gays lo consiguieron tiempo atrás). En definitiva, el Papa le recuerda al presidente norteamericano que no puede aplastar la libertad de conciencia de sus ciudadanos ni la vida del no nacido o, sencillamente, se habrá colocado del lado del totalitarismo, por mucho que el mundo le alabe como el rey de las libertades.

Y, ya de paso, con su desautorización creativa al enemigo interno Benedicto XVI corta las alas, esperemos que definitivamente, a quienes, en el seno de la Iglesia, se empeñan en negociar el valor no negociable de la sacralidad de la vida humana, por ejemplo, insistiendo en que hay políticos aborteros que lo que quieren es reducir el número de abortos por lo que se ven obligados a ampliar las leyes de aborto, anticoncepción y esterilización, sublime paradoja que, si se piensa durante dos minutos, no es tal paradoja, sino ingenuidad o cinismo o ambas cosas a la vez.

Señor Obama, rezaré por usted.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com