A mediados del s. XIX, Seibei Iguchi, un samurai de bajo rango, trabaja como burócrata y vive alejado de toda mundanidad. Viudo, malvive como puede con sus dos hijas (a las que adora) y una madre senil. Pero su existencia se altera cuando vuelve a entrar en ella Tomoe, su amor de juventud, que se ha divorciado de su cruel marido. Los acontecimientos se precipitarán y Sebei se verá abocado a demostrar, de nuevo, sus dotes como guerrero.

 

Exquisita sería la palabra que mejor definiría El ocaso del samurai, un drama basado en una obra del conocido escritor Shuhei Fujisawa, especialista en relatos de samurais. En ella todos los elementos encajan a la perfección. El sentido del honor (omnipresente en la sociedad japonesa), la ternura, la sutilezaa la par que un buen estudio sobre el sinsentido de la violencia se dan cita en este magnífico film.

 

Evidentemente, algunos encontrarán cierta influencia en su desarrollo del gran director y guionista Akira Kurosawa pero la película de Yoji Yamada puede agradar incluso más que las del indudable clásico japonés por poseer un ritmo más ágil (en esto se acerca al cine occidental) y por poner especial énfasis no tanto en el lado épico de la historia como en el sentimental (atención a la tierna relación que el samurai mantiene con sus hijas o en el sublime respeto que profesa a la mujer amada).

 

A pesar de encontrarnos ante una obra maestra (multipremiada en su país y admirada fuera de sus fronteras), El ocaso del samurai llega a nuestro país con tres años de retraso. Bienvenida sea en el triste panorama cinematográfico actual.