Hasta ahora no hablaba, a pesar de ser el portavoz del Gobierno pero, o quizás por ello, no decía nada.

En cuanto ha vencido a Zapatero y se convierte en presidente del Gobierno sin título, así como en candidato al PSOE, tras la purga estalinista de Carme Chacón, Rubalcaba se ha ido a la calle Ferraz para hablar de política, algo que no frecuentaba desde Moncloa, cuando aseguraba que "yo no hablo del partido cuando comparezco como miembro del Gobierno". Al estilo Francisco Franco, cuando aconsejaba a sus ministros: "Haga como yo: no se meta en política".

Naturalmente, un hombre como Rubalcaba, siempre económico con la verdad, no va a desvelar su carta tan pronto. Sabe que la única forma de ganar al PP es con un gobierno social-nacionalista, un tripartito nacional, con la excusa de la crisis económica, es decir, un gobierno de concentración nacional -sin el PP, 'of course'- entre socialistas y nacionalistas. Algunos prefieren llamarle Frente Popular.

Por cierto, el lehendakari Patxi López está cometiendo un error de bulto. Harto de las artimañas de ZP para mantenerse en el poder, López ha maniobrado para forzar a que Rubalcaba sea candidato único del PSOE a La Moncloa por aclamación. Pero eso resulta muy peligroso para su carrera política, porque se puede encontrar con que el precio del PNV para apoyar a Rubalcaba en Madrid sea, precisamente, su cargo como lehendakari.

Nunca me gustó la famosa frase atribuida al asesinado Calvo Sotelo: "Antes la España roja que la España rota". La España roja me parece mucho más peligrosa, porque el objetivo de los rojos -al igual que el de la derecha pagana, dicho sea de paso- no es romper España, sino descristianizarla.

Por la misma razón, nunca me han gustado los que utilizan a la Iglesia para mantener la unidad de España. En ambos casos, y aunque estoy orgulloso de ser español, hay que recordar que a Dios nunca se le puede utilizar como  medio ni para los más nobles fines y porque España, como toda Europa, desde Gibraltar a Moscú, será cristiana o no será nada.

En cualquier caso, Mariano Rajoy tiene ahora una oportunidad para dejar de ofender a los cristianos. Una oportunidad única. Para mí que no la aprovechará. El Marianismo nació con el Aznarismo y está tan acomplejado ante la progresía como éste.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com