Con la concesión del Premio Nobel de la Paz al presidente norteamericano, el Nuevo Orden Mundial comienza a retratarse: reducir la población mundial, plutocracia y Cristofobia

Ocurrió en la noche del pasado viernes 9, durante el programa La Linterna de la COPE. Se preguntaba a los seguidores de la página WEB qué opinión les merecía la concesión a Barack Obama del Premio Nobel de la Paz. Pueden mirarlo ustedes mismos, pero cuando yo lo hice, a última hora de la tarde del sábado los resultados aseguraban esto: un 82% opinaba que no se lo merecía en absoluto, un 6% que sí, que es un líder mundial y el otorgamiento está pleno de sentido y un 12% consideran que el Nuevo Orden Mundial ya tenía su nuevo mesías.

Es curioso cómo ha cundido en poco tiempo lo de Nuevo Orden Mundial (NOM). Se ha impuesto porque en la sociedad los consensos buenos o malos-, lo políticamente correcto, acaba por estallar, el ruido subterráneo de los tsunamis doctrinales no tarda en aflorar a la superficie.

Y no, no se trata de los habituales nuevos órdenes a los que se refieren los políticos cada 25 años. Cuando los políticos querían terminar con la Guerra Fría, o con la unipolaridad, o cuando vendían la globalización todos ellos consenso de la segunda mitad del siglo XX- no hablaban de Nuevo Orden Mundial, sino de Nuevo Orden Internacional, que es cosa distinta. El NOI es una cuestión geoestratégica, si lo prefieren, ideológica. El NOM, por el contrario, va más allá de la ideología y se adelantara en el proceloso mar del sentido de la vida.

Acabemos de una vez. ¿Qué es el NOM, tan significativo ya que una emisora de prestigio lo ofrece a sus oyentes como alternativa demoscópica y, aún más significativo,al que un 12% de los oyentes de la COPE asignan el mesianismo del señor Obama?

Pues bien, el NOM no es otra cosa que el espíritu progresista, relativista, llevado a su conclusión lógica. El NOM es un ideario con tres patas: aborto, plutocracia y cristofobia. Ocurre que el actual presidente de los Estados Unidos personifica como nadie los tres elementos.

El primero, el aborto, es mucho más que el aborto. Lo que pretende el NOM, siempre elitista, consiste en reducir el número de seres humanos, porque se ha creído su propia propaganda sobre el calentamiento global, con Al Gore como cabeza visible. Hay que evitar a toda costa que la gente tenga hijos. La humanidad no puede tener 6.000 millones esforzados sino 1.500 millones de comodones. Naturalmente, los que más han de poner de su parte son los pobres que como son menos comodones también son los que más hijos tienen. La propia civilización occidental, otro del mundo y cuna de libertades por su origen cristiano- sencillamente está desapareciendo por consumición. El aborto es mucho más que aborto: es antinatalismo y odio a la humanidad. Para el progresista de hoy, para el hombre NOM, cada niño que nace en el mundo no es un compañero sino un competidor.

Plutocracia. Todas las doctrinas económicas imperantes, así como los grandes multimedias periodísticos, se dedican a defender al rico y a ocultar la alianza entre el poder político y el dinero, y muy especialmente, entre los organismos institucionales y los grandes mercados financieros, dedicados a la especulación, verdaderos parásitos de la economía real.

Obama siguió y amplió los pasos de George Bush para afrontar la pavorosa crisis de agosto de 2007: cogió el dinero de los contribuyentes y se lo entregó a las firmas de Wall Street para que no quebraran. Eso sí, esta política plutocrática el dinero de todos para los millonarios- se ocultó demagógicamente alardeando de pretender rebajar el salario de los yupies, como si el problema fueran lo que los ejecutivos cobran y no lo que los ejecutivos hacen.

Naturalmente, la plutocracia siempre es pacifista. Pacifista, que no pacífica, convencida de que en el Tercer Mundo y el mundo árabe- las guerras no sólo constituye un buen mercado para el sector armamentista sino una forma de selección natural y de defensa del rico quien, de otra forma, se encontraría con una legión de inmigrantes que amenazarían su estatus.     

La tercera pata, la más importante, del NOM es la Cristofobia, el odio a la Iglesia Católica, al Cuerpo Místico de Cristo. Pero ojo, el nuevo anticlericalismo no pretende destruir a la Iglesia. Aprendió de Voltaire que no es posible regir a un pueblo ateo, porque el hombre sólo de vez en cuando- piensa y entonces es cuando se plantea preguntas lamentables, tales como: si Dios no existe, ¿Por qué ser bueno, incluido buen ciudadano? ¿Por qué guardar las leyes, cumplir las sentencias y pagar los impuestos?

Dicho de otra forma, el NOM no quiere destruir a la Iglesia sino conquistarla. Ese es Barack Obama, el hombre que acude a la Iglesia y luego adopta una actitud de perdonavidas con Benedicto XVI. No, Obama siempre presumirá de cristiano, pero cristiano crítico, of course.

Lo explicaré con un ejemplo indígena: El acaecido horas atrás entre el obispo Martínez Camino, secretario general de la Conferencia Episcopal y el presidente del Congreso de los Diputados, José Bono. Camino advirtió que apoyar una ley homicida como la del aborto y declararse católico era incoherente. Bono, en su mejor papel de bono convertible y con la arrogancia que caracteriza a los del NOM, el respondió que él seguía a Cristo, no al obispo Camino. Naturalmente, es el propio Bono quien decide cuáles son los pasos de Cristo, no los sucesores de los apóstoles: religión a la carta, libre examen NOM en estado puro.

Sí, Obama es el nuevo Mesías del NOM y vuelvo a repetir que a mí también me gusta que un negro haya llegado a la Casa Blanca pero no éste.

Por cierto, mi mención al Anticristo ha disparado los correos, por lo que conviene hacer un par de aclaraciones. Yo no digo que Obama sea el Anticristo entre otras cosas porque, vuelto a repetir, no sé si el Anticristo será una persona, una institución, una doctrina o una atendencia. Lo que digo es que lleva las marcas del Anticristo, una por una, entre ellas la de anti-vida, plutócrata y cristófobo. Pero tampoco hay que alarmarse tanto porque un periodista, el abajo-firmante, se refiera al Anticristo. Como aclaraba el gran Castellani, quien no crea en la parusía, en el fin del mundo, no se puede llamar cristiano. El cristiano es aquel que acepta las verdades que recoge el credo, donde se dice que de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos. Y si en algo coinciden los milenaristas menos iluminados es en que el anticristo será aclamado como Príncipe de la Paz.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com