Ocurrió en el canal abierto de Polanco, Cuatro, el pasado miércoles 28, espacio Channel 4 (¡qué horterada!) presentado por una señora y un señor: Ana García Siñeriz y Boris Izaguirre. Invitada, la corresponsal eterna en el Vaticano, Paloma Gómez Borrero, que promocionaba su nuevo libro, que esta vez, no versaba sobre Juan Pablo II sino sobre Juan Pablo II y Benedicto XVI. No hace falta recordar que Paloma es reconocida como la periodista católica oficial. En un momento determinado, uno de los señores acompañantes de Izaguirre se pone íntimo :

- ¿Qué te parece a ti, Paloma, que Boris se haya casado con un señor?

- Respuesta: Pues a mi me parece muy bonitoYo no lo llamaría matrimonio, pero esa unión de dos sentimientosun proyecto comúnes algo muy bonito.

Ante tan agradable respuesta, el aludido Boris se siente como en casa y exhala:

- Yo sólo espero que Benedicto XVI sea un poco moderno, incluso, más que Juan Pablo II.

- A lo que, ni corta ni perezosa, Dª Paloma promete: Todo se andará

Como los realizadores nunca están atentos a nadie se le ocurrió rubricar tan enternecedor pacto con el tema musical Amigos para siempre pero hubiese resultado definitivo.

Es decir, Dª Paloma se nos ha colocado en terreno pepero, o sea, en el centro-reformismo del PP. Le parece muy bonito las uniones homosexuales y sólo pone un pero de carácter terminológico : que no lo llamen matrimonio. Una verdadera tontería que contradice toda la Doctrina Católica. A la Iglesia poco le importa que las relaciones homosexuales se denominen matrimonio, pareja de hecho o doble opción. Lo que la Iglesia dice, y Juan Pablo II y Benedicto XVI se han encargado de remachar, es que la homosexualidad, en sí misma, es una degradación moral y una aberración que atenta no sólo contra la doctrina cristiana sino contra la naturaleza humana. La Iglesia no lo dice con estas palabras pero su doctrina podría traducirse de otra manera: introducir el pene por el recto, ni es matrimonio, ni es amor, ni es sexo, es una cochinada. Y suponemos que es esta cochinada lo que le parece muy bonito a Dª Paloma.

Y es que la Borrero, a la vejez viruelas, lleva un tiempo pongamos cinco libro atrás- inoculada por el virus feminista. Porque claro, lo peligroso no es que el susodicho y letal virus haya contaminado a las feministas radicales (posiblemente una reiteración), ni es más preocupante de lo necesario, que la Vicepresidenta del Gobierno Zapatero, Teresa Fernández de la Vega, haya introducido el esquema marxista en la lucha de sexo. Efectivamente el feminismo actual no es más que el viejo leninismo de los años 60 del pasado siglo. Aquel marxismo proclamaba la lucha entre clases sociales. El feminismo de hoy es mucho peor: proclama la lucha de media humanidad contra la otra mitad. Y de la misma forma que en los años 60 y 70 hubo píos católicos que pretendían cristianizar el marxismo ahora hay piadosas majaderas que pretenden cristianizar el feminismo.

Pero, ojo, las feministas pías son más peligrosas que las feministas comecuras. Aquellas utilizan la misma táctica que tan bien definiera el nacionalista Arzallus: Unos menean el nogal y otros recogemos las nueces. Las que menean el nogal no son ahora las etarras sino las Fernández de la Vega, mientras que no recogen las nueces las mujeres del PNV sino las feministas cristianas.

Las femi-cristianas mantienen el mismo y vicioso argumento que las hace comportarse cobardonamente ante un Boris cualquiera: en primer lugar, son mujeres, en segundo lugar, son personas, en tercer lugar, son creyentes. No hay que ser muy listo para deducir su jerarquía de valores en cada ocasión concreta. Así, una feminista cristiana atenderá la Doctrina de la Iglesia siempre que no contradiga sus sacrosantos principios feministas. Las conclusiones son obvias.

Y una última cuestión especialmente peligrosa: en cuestión de moral el argumento de autoridad es definitivo. Para muchos españoles -ciudadanos y ciudadanas- que Paloma Gómez Borrero afirme que el ayuntamiento homo es algo muy bonito resulta definitivo porque lo dice Paloma, la misma periodista que acompañó a Juan Pablo II durante un cuarto de siglo.

No lo duden el principal reto al que se enfrenta la Evangelización hoy es el santo feminismo, majadería que amenaza con dejar en pañales la periclitada Teología de la Liberación.

Eulogio López