Verán ustedes. El Papa Francisco ha elegido a Carlos Osoro (en la imagen), hasta ayer jueves arzobispo de Valencia, como arzobispo de Madrid. La cosa tiene su enjundia, no crean, porque todo cuadra dentro de una conspiración judeo masónica para poner a un moderado (Osoro), en lugar de un ultraconservador (Rouco). Impresionante.

Cuando uno lee a los vaticanólogos se asombra, en primer lugar, porque uno no sabe muy bien si le están hablando de las primarias del PSOE o del sueño de Ali Babá y los 40 ladrones (por aquello, supongo también, de la bofetada en el templo, no sé). No les quepa duda de que es por interpretar en clave humana las cosas de la jerarquía católica, que tiene mucho de divina, por aquello de que en sus decisiones algo tiene que ver el Espíritu Santo, además de la edad de los arzobispos, obispos o cardenales. Pero eso es caer en la seriedad y no es muy recomendable.

¿No sería mejor que algunos vaticanólogos, en vez de escribir, se fueran a freír buñuelos

En el caso que nos ocupa, según esos vaticanólogos, Rouco es el 'malo', el ultraconservador, y Osoro, el 'bueno', el moderado (por supuesto nadie dice con relación a qué). Pero se da la circunstancia de que hasta hace dos días y medio, Osoro era también un ultraconservador peligrosísimo. En fin, para perderse.

Más: ahora resulta también que Osoro y Cañizares (nombrado obispo de Valencia) se odian, cuando hasta hace dos días y medio conspiraban juntos para poner a la Iglesia española en ultraconservación (no sé si existe el término; es igual), como Rouco.

Le doy las claves de la 'primavera eclesial' del Papa Francisco en España. Agárrense que vienen curvas. Todo responde a una venganza contra Rouco Varela, ese hombre, a quien ha maltratado el Pontífice en el fondo -todos habían maquinado contra él a sus espaldas y por eso ha retrasado su decisión, para que se quemara más- y en la forma, porque no se lo ha comunicado personalmente.

No sólo eso. Encima, aparece también Rajoy (sí, el presidente del Gobierno), que tenía inquina a Rouco y ha pesado lo suyo en la decisión de Francisco. Ya saben que aquí, en este suelo patrio, no ha cambiado nada y, según los acuerdos de la Santa Sede y España (de 1976 y de 1979), lo que diga el Ejecutivo es decisivo en esa elección. Para colmo, se sabe que el Papa, osado él, no ha tenido en cuenta los deseos de Rouco, a quien le hubiera gustado que le sucedieran, por ejemplo, los obispos de Sevilla o de Toledo o su auxiliar, Herráez.

Lo que les cuento no me lo he inventado. Algunos vaticanólogos lo han escrito. ¿No sería mejor que se fueran a freír buñuelos

Mariano Tomás

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