El corto en 3D, La dama y la muerte, que aspira al Oscar, constituye una descarada propaganda de la eutanasia más primaria

 

La dama y la muerte, primer cortometraje español en 3D candidato al Oscar, está  escrito y dirigido por el debutante Javier Recio Gracia y producido por Kandor Graphics.

El filme, revestido de comedia, cuenta la historia de una anciana que vive sola en su granja, esperando la llegada de la muerte para poder reencontrarse con su marido muerto. Una noche se desvanece mientras duerme y recibe la visita de la muerte (bastante patosa) que la invita a cruzar el umbral. Pero, cuando está a punto de hacerlo, despierta en la sala de urgencias de un hospital rodeada de personal santitario. Un médico arrogante y conquistador la ha traído de vuelta a la vida, tras hacer lo imposible -lo cual incluye el ensañamiento terapéutico- y librará una pelea con la muerte para recuperar la vida de la anciana.

A Recio le apoya en la producción el actor malagueño Antonio Banderas que va a pedir consejo a los jefes de Dreamworks para organizar pases del cortometraje en la todopoderosa productora estadounidense y organizar cócteles en su casa de Los Ángeles, tan importantes a la hora de conseguir la estatuilla dorada.

A la cabeza de la promoción de este corto, el Ministerio de Cultura. No se pierdan las declaraciones de la ministra González-Sinde en torno a la calidad del cine español; de ese cine que, según ella, lo único que le sobra es talento, talento para crear, para emprender, porque nuestro cine es líder en creatividad. Curiosas afirmaciones para dar publicidad a  la cultura de la muerte. 

Tampoco se queda atrás la Junta de Andalucía, quien se siente orgullosa del trabajo de Recio y quien asegura la pujanza que está experimentando el sector. Una contribución que, dice, dará sus frutos. Sobre todo para morirse de risa.

¿Quién ha financiado, además, semejante experimento? Caja Granada, que no deja de ser la misma entidad que patrocina con el dinero de sus clientes la puesta en marcha del primer matadero de embriones humanos como cobayas de laboratorio.
Un dechado de patrocinadores para no perder de vista.
José Luis Panero
joseluis@hispanidad.com