Jesús Poveda es un médico que ya cumplió los 50 años de edad. Lleva muchos años luchando por la vida, y cada 28 de diciembre tiene las agallas suficientes como para plantarse ante el abortorio Dator, el mayor matadero que existe en España -se calcula que anda por los 10.000 abortos anuales- para que le insulten, le detengan y la policía le maltrate. Jesús aguanta los palos pero no se calla: su frase favorita cuando le mandan callar es señalar la puerta del matadero Dator: "Sí, yo me callo pero ahí se siguen haciendo abortos".

Cuando uno está metido en la melé acaba por saber más. Por ejemplo, Poveda tuvo ocasión de preguntarle al propietario de Dator -de cuyo nombre no quiero acordarme- por qué se dedicaba a hacer abortos en gran escala: ¿sólo por dinero? Pregunta a la que el aludido respondió: "No sabes lo que yo puedo hacer por dinero".

Esta es la realidad del aborto y lo demás son cuentos chinos. O como diría don Emilio Botín: "Lo que no son cuentas, son cuentos".

El 28 de diciembre la Iglesia Católica rememora la matanza de los Santos Inocentes. El académico francés Daniel Rops, conocido como uno de los mejores historiadores de la Biblia, considera que los niños asesinados por Herodes el Grande no alcanzaron el centenar. Bueno, en España, sólo en 2010 fueron abortados -sólo aborto quirúrgico- más de 122.000 niños, sólo en España, sólo en doce meses. Un centenar de niños evocaron el verso jeremiaco: "Un vez se oye en Ramá / lamentación y gemido grande / es Raquel que llora a sus hijos / y rehúsa ser consolada / porque ya no existen".

La comparación de ambas cifras algo dice algo de lo ligeramente enferma que anda esta sociedad. Estamos hablando de un genocidio silencioso. Los abortados son los santos inocentes de hoy en día, críos que no decidieron su pena -nada menos que pena capital- los que no pudieron elegir. Como también asegura la liturgia de hoy, "constituyen el cortejo del Cordero, del regazo (en este caso, del vientre) de la madre a los brazos del Padre.

Y lo más curioso, como la naturaleza no perdona nunca, ya sabíamos que en cada aborto hay dos víctimas, el niño y la madre, con la diferencia de que el niño no puede decidir sobre su asesinato y la madre salva su vida pero no su alma ni su mente. Pero ahora hemos dado un paso más. El feminismo, gran impulsor del aborto, ha visto cómo el aborto se ha vuelto contra la mujer también físicamente. Espeluznante el reportaje de La Vanguardia: la era abortista se ha vuelto rabiosamente anti-femenina, al menos en Asia: ha servido para el aborto selectivo, porque nadie quiere tener hijas: la autora -que se mueve por criterios feministas, no provida- concluye que en el mundo faltan 160 millones de niñas abortadas por el hecho de serlo.

Con el aborto nos hemos convertido en dioses, que decidimos quién tiene derecho a vivir y quién no. Pues bien, bajo tan feminista principio se nos ha colado el machismo: al parecer hemos decidido que vivan más varones que mujeres y hemos enviado a éstas últimas al matadero. ¿Podíamos esperar otra cosa?

Y por cierto, eso de aborto selectivo nos lleva a la masacre paralela de la era abortera: la de embriones humanos utilizados como cobayas de laboratorio y hacinados en cámaras frigoríficas, genocidio aún más silente, producto de los embriones sobrantes de la fecundación artificial, donde también se practica el aborto selectivo. ¡Qué cosas!

Eulogio López

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