Decíamos ayer que el juez Baltasar Garzón sufre de corrupción ideológica, es decir, de sectarismo y que el PSOE ha decidido que, a pesar de su carácter, ligeramente atrabiliario, le necesitan para mantenerse en el poder.

Pues bien, el miércoles 9, en el Tribunal Supremo, se vivió un espectáculo inigualable. Como si se tratara de Cristiano Ronaldo, Garzón entró en el Supremo dispuesto a defender su causa contra el franquismo, la Guerra Civil y Viriato, la que se percibía un tono fascistoide.

Se negó a responder al centenar largo de preguntas de la oposición, sólo habló con sus defensores, hasta el punto de que el juez se cansó de tanta pamplina, Luciano Varela, nada sospechoso de ser de derechas, sino todo lo contrario. Se cansó de tanta pamplina y se situó en el papel de indagador, dado que el fiscal Luis Navajas no parecía estar por la labor.

Éste fue, precisamente, el personaje del día. El señor Navajas -insisto, el fiscal del caso- lanzó a Garzón preguntas tan agresivas como éstas:

1. En sus resoluciones, ¿actúa usted según el principio de legalidad?

Esto me recuerda una compañera que tuve cuando velaba mis primeras armas periodísticas. Una moza de rompe y rasga que cogía el teléfono y preguntaba cosas tales como la siguiente: ¿Es usted el que ha robado 30 millones de dólares?. Imagínense qué divertido si el acusado hubiera respondido: Pues sí, señor Fiscal, he de reconocerlo: cuando dicto resoluciones no me atengo a la ley sino a mis caprichos personales: soy un prevaricador nato.

O ésta otra pregunta del representante del Ministerio público, aún más temeraria:

2. ¿Las resoluciones que se firmaban eran suyas?   

A lo que Garzón podía haber respondido que el hecho de que fueran firmadas por mí podía habérselo hecho sospechar, pero no, siempre indulgente con los indulgentes, don Baltasar matizó que una vez que estaba él de vacaciones otro magistrado...etc., etc.
Por cierto, no hagan mucho caso de la leyenda urbana del inagotable paladín Garzón: no estuvo ni mucho menos cuatro horas declarando. No sólo por los interminables trámites previos y recesos de la sesión, sino porque se pasó una hora de reloj corrigiendo sus propias declaraciones. Una de dos, o los amanueneses del Supremo son muy malos profesionales o Garzón no sabe lo que dice o Garzón no está de acuerdo consigo mismo...

Como le digo, resolutivo a más no poder. Hagan como yo, confíen en la justicia divina y huyan de la humana.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com