Sr. Director:

Cuenta Suetonio que cuando un pavoroso incendió arrasó Roma, allá por el año 64 dC, el emperador Nerón, contemplando la ciudad extasiado por la belleza de las llamas, cantó La destrucción de Troya, aspirando a fundar sobre las cenizas una ciudad nueva que llevara su nombre.

Así lo recuerda nuestro romancero :

Mira Nero de Tarpeya
a Roma cómo se ardía;
gritos dan niños y viejos,
y él de nada se dolía

El sábado anterior, mientras un gigantesco incendio arrasaba miles de hectáreas y ponía en peligro las poblaciones próximas, Zapatero estaba en la Ópera asistiendo a la Flauta Mágica, tal vez elucubrando también acerca de la fundación de un nuevo Estado sobre las ruinas de lo que una vez se llamó España. Quizás Zapatero consiga convertirse en un nuevo flautista de Hamelin, encandilando a sus secuaces con su palabrería huera mientras se dirige hacia el abismo.

Tenemos aquí una imagen exacta del distanciamiento entre el presidente del gobierno y los intereses reales de los ciudadanos. La ópera, en efecto, queda totalmente fuera del alcance del español medio, a quien le preocupan otros problemas más inmediatos y más reales, por ejemplo el fuego. Mientras el Gobierno parece empeñado en suscitar problemas ficticios para aplicarse luego a su solución, siente por la España real la misma indiferencia que Nerón por Roma.

Siga, Sr. Zapatero, resolviendo problemas de tanto calado como el matrimonio entre personas del mismo sexo o promoviendo su alianza de civilizaciones y predicando la paz perpetua. Pero sinceramente, no creo que consiga el mismo efecto que se le atribuye a la Flauta Mágica: disolver los problemas entre sus notas encantadoras.

Víctor Lozano Martinez

vlozano@translator.es