Todo está previsto. Tras el triunfo de Evo Morales en Bolivia (quien, por cierto, visitará a Zapatero a primeros de año) el nuevo indigenismo hispanoamericano, más populista que marxista, y más demagogo que izquierdista, avanza un paso más. En Venezuela, Hugo Chávez el hombre al que más admira Morales, después de Castro- ha salvado un plebiscito fantasma, y no le ha importado nada una abstención supermayoritaria: piensa reformar las leyes para poder perpetuarse en el poder al menos hasta el 2030. Otro cuarto de siglo controlando los resortes de Venezuela, luego ya veremos.

Kirchner en la Argentina y Lula da Silba en Brasil, así como el nuevo mandatario uruguayo, Tabaré Vázquez se encuentran cada vez más alineados. El socialismo chileno se resiste a entrar en esta orgía de populismo izquierdista, aunque la chilena Michelle Bachelet es mucho más demagoga que el saliente Ricardo Lagos. Ahora, el próximo paso consiste en expulsar a Álvaro Uribe de Colombia, que se enfrenta a las urnas en 2006. EL hecho de que se hayan recrudecido los ataques de la guerrilla marxista de las FARC, así como la altanería homicida de los narcotraficantes, no es casual.

Y eso que Uribe es socialdemócrata, pero demasiado blando para el nuevo indigenismo. Si se consigue expulsar a Uribe, y con el apoyo de Alejandro Cholo Toledo en Perú y de la declinante situación ecuatoriana (en España ya vive un segundo Ecuador, el que está más harto de la clase política de aquel país- sólo quedará Vicente Fox enfrente. Pero Fox se retira también, a finales de 2006, y en 2007, la izquierda del PRD o los modos dictatoriales del PRI podrían regresar a Los Pinos. En verdad, el patio hispano anda muy agitado.

El indigenismo está resultando ser un vendaval antidemocrático más firme que las dictaduras populistas de izquierda o las dictaduras militares de derechas que asolaron Iberoamérica durante los últimos 30 años del pasado siglo XX.