Agobiado por el trabajo que le impone la vigilancia de la ultraderecha vociferante, que reclama cosas tan absurdas como hijos con padre y madre, el fiscal general del Estado, Cándido Conde-Pumpido, loado sea su nombre, no ha podido advertir al pueblo (al pueblo soberano. Recuerden: cuando se le quiere llamar imbécil, al pueblo se le llama soberano) que vigilaría con celo la manifestación del Día del Orgullo Gay, que, tras la aprobación del gaymonio por Zapatero, convirtió a Madrid, cuánto honor- en capital mundial de la brown revolution, un sábado 2 de julio. Y así, por culpa de la actitud jacobina y radical del Foro de la Familia y otras organizaciones ultra, D. Cándido, justo entre las naciones, no ha podido percatarse de los insultos que el muy festivo y desenfadado Día del Orgullo Gay dedicó a la Semana Santa cristiana, a los obispos, a la Iglesia Por otra parte, D. Candido, largos sean sus años,  no hubiera hecho sangre alrededor de dichos ataques, que nadie podría interpretar como vejatorios hacia los cristianos, que se produjeron en la alegre jornada festiva de estos inocentes homosexuales, que han soportado unos 4.000 años de persecución, mes arriba, mes abajo.

Pero, como diría Zapatero, ellos empezaron antes. A fin de cuentas, de quien acaba de convertir la cochinada de la homosexualidad al rango de matrimonio tampoco me extraña nada.

Por su parte, Jesús Polanco, un caballero, preparaba el camino. El mismo sábado 2, El País aclaró que, tras reconocerse los justísimos derechos cacorros, ahora le toca el turno a los transexuales. Es lo que se denomina operación de reasignación de sexo, con todo tipo de prótesis, convexas o cóncavas, y naturalmente, es de justicia, financiado por la Seguridad Social. Porque claro, eso de meter la mano en el trasero puede resultar muy molesto a medio plazo, razón por la que es mejor fabricarse un aparato de plástico, que, además, no deja de ser alta tecnología. Es la nueva batalla, la nueva frontera, y El País la encabeza, naturalmente. Los que no dan disgusto alguno al erario público son los bisexuales (el quinto sexo, si ustedes me entienden) son gente humilde, que se conforma con cualquier cosita, y casi siempre empleando instrumentos naturales. Unos cochinazos, sí, pero muy naturales, Lo bisexuales no necesitan del derecho positivo, así que no reclaman: simplemente actúan. No se reasignan el sexo porque le dan a los dos primeros, los antiquísimos masculino y femenino, con idéntico entusiasmo. Son el espíritu del zapateril talante: lo mismo les da por detrás que por delante.

Y hablando de modestia, simpatiquísimo el artículo de Antonio Gala, en El Mundo, edición del lunes. Don Antonio, en su línea, ha dicho que la Iglesia ha introducido sus narices (sólo sus narices, ojo) en un partido político, que D. Antonio no cita para no contaminarse, aunque, se lo digo de buena tinta, es el Partido Popular. Y que claro, eso no puede ser, porque hay que saber con quién se juega uno los cuartos. Los españoles humildes lo sabemos.

Si señor, no es una errata: don Antonio, conocido por su afición metafísica corporal, se califica así, como suena; como un español humilde. Profundice, querido lector. Lo mismo que podían hacer ahora las narices de la Iglesia es modificar la definición de humildad en todos los manuales de moral y catecismos oficiales:

-Niños, ¿qué es la humildad?

Respuesta: La humildad es Antonio Gala en carne mortal.

E imagínense lo humilde que sería el susodicho en cuando prescinda de botines, pañuelo, pajarita, terno, muleta y acento. Antes muerto que sencillo, d. Antonio, luz del Guadalquivir, niño de mis entretelas, humilde, humildito y humildazo, que no te vimos el Día del Orgullo Gay porque hacía un calorón agobiante, que si no

A cada uno lo suy gracias a Zapatero todos estamos entendiendo mucho mejor el mundo gay. Por ejemplo, estamos reparando en el derecho de pernada con el que el lobby gay controla premios literarios y artísticos y cinematográficos en este país. Hay instituciones, asociaciones y empresas en las que todo el mundo sabe que es mejor entrar con el cinturón flojito, y los claustros universitarios y los templos del arte y la cultura (preferentemente los financiados con fondos públicos), están llenos de meritorios en cuyo currículum figura el haber pasado por determinadas situaciones o posturas, ahora elevadas ala categoría de matrimonio.

Son, a qué ocultarlo, muchos los que han unido orientación sexual y promoción profesional. Españoles humildes de todo tipo, porque el lobby gay controla muchos de estos estamentos.  Si no los controlan, Carmen Calvo, ministra de cultura, no suelta la pasta.

Eulogio López