Cada maestrillo tiene su librillo y cada empresario sus manías. Por ejemplo, si usted quiere triunfar en el Santander, nunca debe pronunciar la palabra jubilación delante de D. Emilio Botín y esto tanto si se refiere a la retirada del cántabro como a la crisis de la Seguridad Social. Con el presidente de Telefónica, César Alierta, la palabra o concepto tabú es consejero delegado. Porque D. César practica una teoría irrefutable. Si no quieres que te sucedan, prescinde de los sucesores. La historia dice que los consejeros delegados suceden a los presidentes por lo que el aragonés ha decidido no tener Ceo, lo que viene a ser una derivada del viejo adagio : Muerto el perro se acabó la rabia. Así que la otra variante de Alierta, que sabe lo compleja que es una casa como Telefónica, donde no hay directores generales sino que la generalidad son directores, ha decidido cambiar el organigrama el último miércoles de julio, último consejo de administración de la operadora, antes de las vacaciones.

Y lo ha hecho con un doble objetivo. En primer lugar ha cambiado la dirección por actividades fija, móvil, etc.- por la dirección según zonas geográficas. Este estilo de gestión que hace diez años parecía algo antiguo es ahora lo novedoso, por la sencilla razón de que se camina hacia la confluencia de tecnologías y sobre todo de ofertas. En definitiva, todas las operadoras están llamadas a ofrecer, en un mismo paquete, telefonía básica, móvil, internet de banda ancha y televisión por ADSL. Ojo, esas ofertas conjuntas llegarán a pesar de las propias operadoras, porque supondrá una rebaja en el coste de la telefonía móvil, verdadero chollo de estas compañías. En resumen, Alierta ha nombrado un responsable para España, otro para Europa y un tercero para Iberoamérica y como coordinador de todos ellos, Julio Linares, una especie de primus inter pares.

Fuera del poder se ha quedado Luis Lada, precisamente el hombre que aspiraba a ser Consejero Delegado. Y quede bien claro que Lada, verdadero creador de la telefonía móvil en España, se merecía cualquier cargo en la compañía. Simplemente sacó a escena la palabra tabú, y eso tiene un coste.

Eulogio López