Puedo soportar a un progre, pero lo de la progresía cursi lo llevo mucho peor. El ministro de Educación, Ángel Gabilondo, es un progresista cursi, como sólo lo puede ser un ex cura.

Su última entrevista con El País llevaba por título Yo hago el amor con las palabras. Semejante erotismo le llevó a pronunciar un discurso de lo más curioso en la Real Academia Española, con motivo del acto de homenaje al escritor y académico, Miguel Delibes.

La retórica de don Ángel responde a su carácter, por lo que todo transcurría con la lánguida comodidad de la retórica hueca, cuando el señor ministro decidió requebrar a las palabras y soltó una aldabonazo: Los ciudadanos y ciudadanas.... De inmediato, el blasfemo, aunque no cursi, Arturo Pérez Reverte, se revolvió a su silla y empezó a enredar, varios de sus menos ilustres acompañantes le secundaron, con una Carmen Iglesias que intentaba contener la risa, porque doña Carmen es una historiadora políticamente correcta, amante de la monarquía y la gran empresa. Pero sólo por eso. Afortunadamente, el señor ministro no profundizó por las sendas del feminismo idiota -una reiteración, sin duda- y el pitorreo no pasó a mayores.

Eso sí, los fantasmas de los jóvenes y jóvenas, miembros y miembras asaltaron las mentes de los presentes pero el asunto quedó en que buena parte de los académicos castigaron la horterada ministerial con una omisión, más bien estentórea, del aplauso debido a la autoridad gubernativa. Al parecer, algunos creían que no se merecía tal galardón.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com