La Familia Real española está rota. El Rey y el Príncipe se ven más en actos oficiales que en privado. SM no soporta a doña Letizia, la reina de las portadas. Juan Carlos I cumple con sus obligaciones públicas pero está harto de la ingratitud popular y vive encerrado en sí mismo. Mientras, y a pesar de su derrumbe político, ZP sigue conspirando en pro de la III República. Se mantiene la alianza entre el presidente del Gobierno y Felipe de Borbón pero que quede claro: el Rey no abdicará en su hijo jamás

La última Navidad S.M. el Rey de España, Juan Carlos I la pasó recluido en sus aposentos. Cuando SM la Reina cumplió los 70 años, el Rey concluyó la celebración oficial y se encerró en sus habitaciones. Sus relaciones con su único hijo varón son peores. Juan Carlos I y el heredero al Trono, Felipe de Borbón Grecia, se ven más en actos oficiales que en privado. El Rey no soporta a SAR doña Letizia Ortíz, su nuera, la reina de las portadas, como se la empieza a conocer en el entorno real. Nada extraño porque lo cierto es que a doña Letizia no le soporta ningún miembro de la Casa Real, con la excepción de su esposo, naturalmente.

Las infantas Elena y Cristina han vuelto a su relación normal tras el divorcio de la primera contra Jaime de Marichalar, a quien, en su momento, hubo que advertir que dejara de invitar a sus amigos a comer a Palacio, aprovechando las ausencias de los Reyes.

SAR Cristina de Borbón ha puesto tierra por medio hacia Washington. Desde allí continúa trabajando para La Caixa, aunque solo en cooperación internacional. Recientemente estuvo en Vietnam, sí, pero opera desde Washington, con un océano de por medio.

Por su parte, SM la Reina continua pasando la mayor parte de su tiempo libre en Londres, consciente de que el protagonismo ha pasado a doña Letizia, a la que el Hola dedica más portadas que a doña Sofía. Pero quede claro que, aún así, la Reina siempre cumple con sus obligaciones públicas, pero no es agradable que la flaca, sobrenombre popular de la futura Reina, te arrebate la primacía antes de llegado el momento.

No nos engañemos: la Familia Real española está rota. El Rey considera que la Reina no ha sabido educar a sus hijos y que, a la postre, los tres, especialmente el heredero al Trono, se han vuelto contra él. En cualquier caso, empezando por el final, el intento de Zapatero para que el Rey abdique en Felipe de Borbón, no dará resultado. Su Majestad siempre recuerda la comparación entre Franco, que murió en la cama, y Pinochet sí pueden no ser dos buenos ejemplos pero la moraleja es clara- que fue arramblado y perseguido en cuanto cedió el Trono.

Dicho de otra manera, Zapatero, a pesar de que su desastrosa gestión económica ha echado por tierra su crédito político, ZP es muy cabezón, y no renuncia a ninguno de los puntos de su programa de máximos, puntos ambiguos sí, porque el presidente del Gobierno no es experto en clarificar conceptos y objetivos, pero sí es tozudo: ZP quiere implantar lo que él llama valores cívicos republicanos. A la hora de concretar los tales valores, patina un tanto pero, al menos, ZP tiene un objetivo al que no ha renunciado: que Juan Carlos I abdique en su hijo Felipe de Borbón, con quien le une una especie de conexión eco-panteísta, un sentido de la vida alejado de la trascendencia y que convierte a la madre tierra en el dios no personal al que servir. La amistad entre los matrimonios Zapatero-Espinosa y Borbón-Ortíz se mantiene por esa vía ecologista, a pesar de asentarse en una traición larvada, porque ZP no es felipista, sino republicano. Considera que su ideal de la III República se conseguirá de hecho por la vía de la Unión Europea, pero los valores republicanos, de ecologismo ateo, son más fáciles de conseguir con Felipe de Borbón y doña Letizia que con don Juan Carlos y doña Sofía. En cualquier caso, de cara a la III República, conseguida de derecho o de hecho, la UE es el camino lógico: la Unión no sólo no puede tener un Rey sino que está convirtiendo a las casas dinásticas en elementos decorativos. 

Es uno de los dos frentes, el doméstico, que tiene abiertos el Rey de España y que le han llevado a una situación que uno de sus próximos ha calificado de autismo. Apartado del mundo, el Rey cumple con sus obligaciones y sigue siendo útil al Gobierno por una razón: es el español que, cuando levanta un teléfono, al otro lado del hilo aparece cualquier mandatario mundial.

Pero cada vez acude a menos actos. El heredero ya no sólo está especializado en Iberoamérica sino que ha tomado el mando de los viajes comerciales y de las relaciones con las potencias europeas. El Rey no abdicará jamás pero su agenda se reduce y él se recluye cada vez más en sus aposentos y en su reducido grupo de amigos casi todos ellos alrededor del mundo de la caza.

Y sí, considera que los partidos políticos, los medios de comunicación, los nacionalismos y el propio pueblo española es ingrato con el hombre que trajo la democracia a España y se enfrentó a los golpistas del 23-F, logrando la reconciliación entre los españoles. Tenga o no tenga razón, eso es lo que piensa. Su Majestad está harto de críticas y se siente solo.

Por lo demás, el heredero carece del prestigio internacional su padre, y se está dejando arrastrar por la marea populista claramente dictatorial- que el zapatismo mima: alianza de civilizaciones con el islam -que no quiere aliarse con Occidente, sino conquistarlo- y debilidad frente al chavismo hispanoamericano. Su actitud en los actos de la toma de posesión del tirano Evo Morales así lo muestra y demuestra.

Frente familiar y frente institucional. Si algo amarga al Rey es que, tras 35 años de reinado, la unidad de España, su verdadero objetivo tras la reconciliación entre los españoles, no se ha conseguido. Los nacionalistas queman su efigie, el Zapatismo coquetea con los nacionalistas y la derecha ha dejado de ser juancarlista para contentarse con ser monárquica y la Iglesia no se fía de él. La España del siglo XXI tiene poco que ver con la que él pretendió e imaginó.

De todas formas, podemos condolernos con el Rey pero lo importantes no es el hartazgo real sino la devertebración de la monarquía española sino de España, que sigue ese proceso orteguiano en el que cada vez se produce mayor concentración de poder y menor autoridad. El carácter disolutivo que el Zapatismo lleva implícito, una especie de doctrina del enfrentamiento permanente entre españoles, lleva de la mano a ese binomio diabólico: en España, cada vez son menos los que mandan más. Vivimos una concentración acelerada de los poderes políticos, económicos y mediáticos, al tiempo que se reducen los valores unánimemente compartidos, que son los que vertebran una nación.

Y aquí sí que el Rey es culpable, por incoherente. Ejemplo: la concentración del domingo 24, lanzada por un diario digital bajo el lema Majestad no firme... no firme la ley Aído sobre aborto. El Rey jamás se ha planteado negar su sanción a una ley aprobada por mayoría en el parlamento. Ahora bien, esa incoherencia le ha llevado a firmar leyes tan nazis como la Ley de Investigación Biomédica o la reforma del FIV.

Y ha llevado a algo más: es evidente que si la Monarquía se convierte en una mera sancionadora de normas, sin importarle la inmoralidad flagrante de algunas, es decir, las que atentan contra esos valores históricos, muchas gente, de cualquier ideología, esté de acuerdo o no con dichos valores, acabará concluyendo que la Monarquía es resulta un instrumento demasiado ostentoso para la simple función de estampar rubricas.   

Eulogio López

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