La puesta en escena se ha medido al milímetro. A primera hora del viernes nos enterábamos de que la Comisión Nacional de la Energía (CNE) daba luz verde al grupo constructor Acciona para que se hiciera con el 24,9% del capital de Endesa. Ese mismo día, a las 14,30 horas, aproximadamente, la vicepresidenta primera del Gobierno, Teresa Fernández de l Vega, volvía a lanzar otra de sus calculadas ambigüedades y aseguraba que el pacto con Bruselas podía llega en cualquier momento. Más tarde, despegaba el avión presidencial hacia Montevideo donde se celebra la Cumbre Iberoamericana. Por fin, a mediodía del sábado, el Ministerio de Industria hacía público que atendía los recursos de E.on y desautorizaba a la CNE: los alemanes no tendrán que vender activos de Endesa. Para salvar el escasísimo prestigio del Gobierno español en Europa, se les mantiene la prohibición de enajenar la mayoría de la compañía, una exigencia tonta, porque los alemanes no han lanzado una opa sobre la primera eléctrica española para dar un pelotazo. Y este anuncio se realiza, atención, en sábado.

Madrid no ha podido resistir la presión de Merkel a través de Bruselas, al contrario que París, que ha hecho mangas y capirotes de la Comisión Europea en el caos de la fusión Suez-Gaz de France. Es más, un día antes Endesa cerraba su sesión del viernes en la Bolsa de Madrid con un subidón que le colocaba por encima de los 35 euros es decir, la oferta de E.on-, porque todo el mundo espera que los alemanes mejoren su anuncio de OPA.

Ahora es el momento de Acciona. Sobre todo, de saber si ha alcanzado el 24,9%, y de saber, también, si cuenta con aliados entre el resto de accionistas caracterizados: Cajamadrid, Deutsche y Axa, principalmente.