Los Gobiernos siempre regulan aquello que no pueden controlar. Por eso, el ministro de Industria, José Montilla, ha respondido a la senadora del Partido Popular, Mercedes Coloma, que el Gobierno regulará la prensa digital, es decir, aquello que los Gobiernos no pueden controlar. Internet.

Naturalmente, -¿podía ser de otra forma?- la regulación se hace en nombre de las buenas prácticas periodísticas y el rigor informativo. Veamos: el sector audiovisual, tanto radio como televisión, está sometido a concesión administrativa. Por tanto, no esperen ustedes demasiadas críticas al poder. La radio y la televisión podrán criticar a un Gobierno dado, pero siempre estarán con el Sistema de poder imperante, especialmente con el económico, luego con el político y siempre con el discurso cultural imperante.

La prensa es más libre, pero poner en marcha un periódico cuesta, en España, no menos de 60 millones de euros, eso suponiendo que toda vaya bien desde el principio. Por eso, sólo los multimedia, las megaempresas de la información pueden permitírselo. Y esas megaempresas no sólo es que estén ligadas al poder económico, es que, por mor de la concentración creciente, son poder económico. El empresario más poderoso de la sociedad actual es, precisamente, el editor.

Las economías de escala también han hecho mella en la libertad de producir (películas, información, documentales, música, libros, etc). Y ahora sólo grandes conglomerados editoriales, grandes major, pueden permitirse el lanzar productos informativos y culturales de onerosa elaboración y sólo rentables si se emiten a través de una cadena de medios. Es decir, que nunca lucharán contra el poder porque ellos son el poder. Lo explicaré de otra forma: basta con pronunciar media docena de nombres para acaparar el 90% de toda la información, toda la cultura, que le llega a un ciudadano occidental de hoy, tanto en el apartado de ficción como en el de no ficción, tanto en drama como en información. Por ejemplo, News Corporation (Murdoch), Walt Disney, Time Warner, Viacom, Universal y Bertelsmann. En el mundo hispano habría que añadir a Jesús Polanco y su Prisa-Sogecable, y en el italiano a Mediaset, es decir, a Silvio Berlusconi. Y por cierto, todos ellos, sean de derechas como Murdoch o de izquierdas como Time Warner, pertenecen al Nuevo Orden Mundial

Puede que usted no sepa que la información que está consumiendo proviene de alguno de estos grandes monstruos (porque, generalmente, se presentarán ante usted como una de sus filiales), pero se trata de pirámides con una ideología muy clara, toda ella progre, toda ella relativista, todo ella muy contemporizadora con el poder. Un detalle: los directivos de Bertelsmann tienen prohibido cualquier relación con iglesias o sectas, que, al parecer, para el todopoderoso grupo informativo alemán, es lo mismo. En definitiva, este es el Sistema Informativo Mundial, lo demás son medios cristianos o, en cualquier caso, raros. Su única verdad es que no existe la verdad, su único enemigo es el Cristianismo y su filosofía más profunda es la economía de libre mercado. Todos ellos son capitalistas: de izquierdas o de derechas, capitalismo financiero o capitalismo de Estado, pero siempre capitalismo. Esos multimedia son los que han conformado el mundo del siglo XXI.

Pero entonces, surgió Internet. Con Internet, cualquier chisgarabís, por ejemplo el abajo firmante, cualquier mindundi, puede jugar a ser Polanco. Con unos pocos euros puedes hacer tu weblog, o incluso tu periódico digital, tu confidencial, como quieran ustedes llamarlo. Internet es conversación y, por eso, el periodismo digital es, en verdad, el nuevo periodismo que, a título teórico, pregonaba Tom Wolfe hace tres décadas: esa mezcla de información y opinión que ha dado en llamarse análisis, y que convierte el periodismo en conversación y la conversación en periodismo.

Y entonces es cuando al sistema de poder le chirrían los dientes, porque surge una profusión de páginas WEB que no pueden controlar. Incluso los periodistas más acreditados en las distintas especialidades, se marchan a Internet porque no resisten la atmósfera agobiante, la servidumbre a los intereses empresariales de su casa, la autocastración y, en definitiva, la mentira disfrazada de objetividad. La objetividad, es sabido, es muy mentirosa.

Por si fuera poco, los grandes editores han fracasado en la Red. El internauta no quiere leer entre líneas (hoy en día, todos los medios hay que leerlos o escucharlos intentando averiguar el mensaje último que el periodista quiere enviarnos, pero que no puede decirnos claramente porque perdería el empleo o, lo que es más grave, el prestigio): quiere que le hablen tan claro como le hablaría un amigo en una conversación en un bar. Internet no soporta la censura, pero mucho menos la autocensura.

Así que el poder se plantea la gran cuestión: ¿Cómo controlar la incontrolable Internet? Solución: campaña de calumnias contra los llamados confidenciales, basada en decir que no son rigurosos. Desde luego, son menos rigurosos que los más nutridos multimedia de los señores de la prensa, pero el rigor sólo es una parte de la verdad: son mucho más valientes. Si alguien quiere estar bien informado hoy no puede permitirse el lujo de no navegar por Internet. Al poder no le gusta tratar con ningún periodista que no forme parte del lobby.

Segunda vía de ataque: cerrazón informativa. La información a los digitales se distribuye con cuentagotas. El Gobierno Zapatero se está convirtiendo en un especialista en cerrar fuentes informativas oficiales a los digitales.

Tercera técnica: el poder político presiona a  los anunciantes para que retiren su publicidad de los periódicos digitales. El secretario de Estado de Comunicación de Zapatero, Miguel Barroso, es un especialista en la materia. La publicidad constituye el único ingreso posible de las páginas de Internet (en la WWW la información es gratis). Precisamente, la libertad de los medios interneteros consiste en que son empresas mínimas, casi marginales. Porque un acorazado es muy difícil de hundir, pero una barquichuela mucho más. Ya saben, lo pequeño es hermoso.

Y visto que, a pesar de sus esfuerzos, Internet resulta imparable, el Gobierno se dispone a utilizar su arma más temida: la regulación legal. Nada más coercitivo ni nada más amenazante para la libertad que el Boletín Oficial del Estado. Pero queda muy democrático. Por si fuera poco, el todopoderoso Montilla ha tenido el cinismo de pedir una autorregulación del sector, como si se tratara de algo parecido al terrorismo informativo. Un poner: el secretario de Estado de Comunicación lleva meses negándose a recibir a la recién nacida Asociación de Periodistas de Internet, que, precisamente, quiere explicarle que su objetivo es dignificar la profesión de periodista digital, el periodismo más libre del mundo. Todo sea por el diálogo y el talante. Y mientras en España damos un paso para atrás, en Estados Unidos la Casa Blanca ha abierto sus puertas a los weblogs. Así, Garrett Graff se ha convertido en el primer periodista digital en obtener una acreditación para asistir a las ruedas de prensa de la Casa Blanca, sin que su condición de digital suponga una merma para sus relaciones con las fuentes políticas norteamericanas.

Es igual lo que intenten: a Internet no hay quien le pare. Y por cierto, las jóvenes generaciones se alejan cada vez más de los medios tradicionales, especialmente de la prensa, y se informan por Internet. Al parecer, les preocupa más la verdad que el rigor.

Eulogio López