Al secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, no le gusta que le vean como un político, sino como un filántropo que dirige un conglomerado (Naciones Unidas) más similar a una ONG que a un organismo supranacional, donde los distintos Gobiernos se las tienen tiesas en defensa de sus intereses, donde se decide la legitimidad de la guerra (es decir, que la ONU reparte licencias para matar) y un organismo en el que se ventila la lucha ideológica de nuestro tiempo, que, por el momento, tiene un vencedor: el Nuevo Orden Mundial (NOM).

Pero esa imagen angelical de ONG global, de solidaridad universal y sin ánimo de lucro del director general, esconde una realidad bien distinta. Annan, como el NOM al que obedece, y cuyos principales potenciadores son los grandes millonarios del mundo, tiene un único objetivo : la creación de un Gobierno mundial, según unas pautas ideológicas relativistas. Un nuevo Gobierno mundial con un único sistema económico (el capitalismo, por supuesto), con una única filosofía (el progresismo, que no es otra cosa que el precitado relativismo) y con una sola religión universal (la new age, o nuevo agnosticismo), cuya biblia es la tontuna de El Código Da Vinci, y su caldo de cultivo, la literatura esotérica que inunda todas las novedades bibliográficas del momento (en este sentido, haga usted la prueba de visitar la sección de novedades editoriales de cualquier gran almacén y vigile, no vaya a resultar enterrado entre volúmenes que dan vueltas alrededor de los templarios, María Magdalena, ángeles y demonios, y otras sinsorgadas).

Pues bien, Annan persigue con fruición ese Gobierno mundial y si el mundo se lo pidiera, ojo, sólo en ese caso, y aunque su familia no lo perdonaría, estaría dispuesto a aceptar la dirección. No escatima esfuerzos, el muchacho. Por ejemplo, tras el tsunami asiático, Annan viajó a la zona afectada y allí le echaron en cara que la ONU siempre llega tarde a las catástrofes. Entonces, Annan dijo que era lógico : las grandes potencias no colaboran financieramente y encima la ONU no tiene potestad sobre los Estados. Cosa bien distinta sería si los Gobiernos, esos pérfidos políticos, cedieran soberanía (y fondos, claro está, pero entre caballeros y estadistas está mal visto hablar de dinero, resulta muy vulgar) a los funcionarios de la ONU, entonces... ¡la pera limonera!

Y Annan ha vuelto a repetir el jueguecito con la Cumbre Antiterrorista, clausurada la noche del jueves 10 en Madrid, y en la que no se sabe cuántos ex Jefes de Estado, ex ministros y ex funcionarios de organismos multilaterales (una población cada vez más numerosa a la que hay que tener entretenida en algo) se han rasgado las vestiduras contra el terror y la violencia. Ante la sonrisa piscícola de Zapatero y el aplauso entusiasta del Rey de España, Annan, con una táctica que siempre le proporciona buenos resultados, dividió su intervención en dos partes: en la primera nos metió el miedo en el cuerpo, hablando de un probable atentado terrorista con armas nucleares. Ante tan simpática hipótesis, el argumento viene a las mentes sin que le llamen: Annan planeó la necesidad de una campaña mundial antiterrorista. Ahí tienen el adjetivo preferido del secretario general de la ONU: Mundial.

Annan concretó la iniciativa en la necesidad de suscribir un convenio general (se me olvidaba, para no repetir los términos mundial y global, Annan utiliza a veces el término general) contra el terrorismo. Naturalmente, de los acuerdos o convenios internacionales nacen las instituciones. Annan ya adelantó que, como es lógico, ese convenio debe estar auspiciado por Naciones Unidas, coordinado por Naciones Unidas, amamantado por Naciones Unidas... y pagado por los países miembros, especialmente por Europa y Estados Unidos. Kofi ya sueña con su Ministerio del Interior global. Probablemente, colocará al frente del mismo a alguna de sus muchas ultrafeministas de la ONU: Mary Robinson, Gro Hutlan Graleid o Nafis Sadik, por ejemplo. 

A esas alturas del discurso de Kofi, Zapatero ya estaba demasiado encandilado hasta para ponerse en pie. Sobre todo, porque Annan había aplaudido su alianza de las civilizaciones, uno de esos conceptos tan queridos por Annan, porque no dicen absolutamente nada, pero pueden utilizarse en cualquier discurso por cualquier estadista.

Y todo esto es bello e instructivo. Personalmente, me siento muy reconfortado tras la Cumbre Antiterrorista de Madrid. Kofi también.

Eulogio López