El ministro de Trabajo defiende el consenso a la hora de reformar el sistema de pensiones

 

Toxo ha manifestado en varias ocasiones que no los sindicatos no dialogarán si se retrasa la edad de jubilación. Mientras tanto, el presidente Obama da el visto bueno a las medidas económicas emprendidas por España.

La reforma de las pensiones es uno de los quebraderos de cabeza que tiene actualmente el Gobierno. Están en una calle pero parece que no tiene salida, pero que la tiene; lo que sucede es que hay que encontrarla.

El sistema actual es inasumible a largo plazo. La causa principal del problema es el cambio en la pirámide demográfica, pero nadie quiere hablar de ese tema, porque eso implica fomentar la natalidad. El hecho es que hay que hacer cambios, pero hay que hacerlos bien.

El ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, es consciente de que la reforma debe hacerse consensuadamente y no por decreto. La razón es sencilla: o se hace así o reviviremos en las pensiones lo que sucede en la educación, es decir, que a cada cambio de Gobierno, nueva ley. Por eso está el Pacto de Toledo, para respetar las medidas tomadas, conscientes de que el sistema de pensiones se crea a 40 años vista y un cambio en el sistema cada cuatro u ocho años, sería un desastre.

En medio de esta situación, es curioso que el presidente del Gobierno haya insistido en que la reforma de pensiones es un compromiso sin marcha atrás, lo que parece contradecir lo que manifiesta el titular de Trabajo. Pero lo malo es que si quieren ese consenso, y pese a la llamada a la mesa de diálogo a los sindicatos, éstos parece que no están por la labor, al menos mientras el Ejecutivo prosiga con su intención de retrasar la edad de jubilación. Es decir, que a lo mejor, acaba siendo otro decretazo.

Pero desde el Gobierno, están contentos pues ahora hasta el presidente Obama manifiesta que España está haciendo los ajustes para restaurar el crecimiento. Pero aunque el hecho de tener el apoyo del presidente norteamericano suena bien, ahora mismo puede ser una rémora. Y es que si tenemos en cuenta las últimas medidas económicas que ha puesto en práctica Obama, el daño a Europa es considerable y así se lo ha echado en cara la canciller alemana. La insuflación de liquidez con 600.000 millones de dólares ha propiciado una caída del dólar y el aumento de exportaciones, pero puede provocar otra burbuja financiera que afecte de manera especial a Europa.  

En definitiva, que el consenso es necesario y las medidas deben realizarse. Pero cuidado con envalentonarse con los cantos de sirena que, en estos momentos, lo único que pueden hacer es llevar a la nave a los arrecifes.

Juan María Piñero

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