Mi mamá me enseñó a no mentir y diré la verdad. Necesitamos trabajar en lo que sea, Morales está arruinando el país; no nos podemos quedar; por favor, ayúdennos, ¡dejen que nos quedemos1. Con este grito desgarrador, una joven boliviana suplicaba clemencia a la policía del aeropuerto de Barajas el pasado domingo. La policía se conmovió, pero no pudo hacer nada: las órdenes eran tajantes: ni un solo boliviano más sin visado.

Como ya hemos informado, el Gobierno aprobó el pasado viernes la exigencia del visado para bolivianos. Pero lo llamativo es que lo empezará a aplicar de manera tajante, radical, sin contemplaciones. La razón es sencilla: desde la UE se ha urgido a España a que frene la avalancha de emigrantes bolivianos. Una avalancha que se ha precipitado desde la llegada de Evo Morales al país.

Morales no sólo metió presión sobre Repsol y las grandes petroleras, sino que tiene una visión totalitaria del poder, presionando al resto de compañías. Y tras el anuncio de nacionalización venezolano, se ha sumado al carro y anuncia nuevas estatalizaciones. Pero es que además, ha generado una tensión entre indios, mestizos y criollos que nunca había existido en Bolivia. Así que muchos han optado por tratar de buscarse la vida fuera. Un verdadero éxodo que está descapitalizando intelectualmente al país.

Lo peor es que ahora la UE y por supuesto EEUU- cierran sus fronteras a la entrada de los represaliados de Morales, condenándoles a sufrir la dictadura populista del cocalero, sin esperanza de ninguna especie. Y España se apresura a cumplir estrictamente las órdenes de Bruselas, frustrando los sueños de una vida digna de muchos jóvenes bolivianos que huyen de un populismo empobrecedor.