Decíamos ayer que el estilo de presidencia de Francisco González en el BBVA obedece al criterio del clásico: para mantenerse en el poder, un buen déspota debe descabezar a las plantas más altas y hermosas, en definitiva, debe liberarse de todo hombre talentoso que le rodee.

José Ignacio Goirigolzarri era, sin duda, uno de los mejores banqueros de España, al menos a la hora de dirigir redes comerciales. Ha esperado durante nueve años que el veterano FG se retirara y, cuando todo parecía preparado para el relevo, el presidente decide cesarle de la noche a la mañana, sin previo aviso. Toda la gestión de FG consiste en evitar competidores en lugar de mejorar la eficiencia y la creación de valor (para el accionista sí, pero también para el bien común) en el segundo grupo bancario español.

A la gente no se le somete por miedo ni se la retiene por dinero. El dinero es necesario, sí, pero no el único objetivo de un profesional. Por otra parte, el miedo no conduce a nada porque en una sociedad más o menos libre siempre hay posibilidades de cambiar de empleo.

A FG le acusan de no tener amigos pero él responde que no los necesita. No es así porque no puede ser así: de hecho mantiene unas excelentes relaciones con el matrimonio Alierta (César) y con el matrimonio Pizarro (Manuel). Y puede que sea bueno para un banquero no tener amigos pero aún más representativo es el lenguaje de mando que utiliza el presidente del BBVA; para él, el mundo se distingue entre domesticadores de hombres y hombres domesticados. FG sabe que para mantener su cargo, debe laminar a los primeros y rodearse de los segundos. Pero no sólo tienen que ser domesticados, sino eficientes. Y eso, convendrán conmigo es más complejo. Con ese estilo afronta FG la Junta de Accionistas del próximo viernes, una de las más difíciles de su mandato.  

Al final, FG considera que los gestores de quita y pon (asegura que su actual consejero delegado, Ángel Cano está a prueba). No paga mal. Si no, vean el siguiente cuadro. De entrada, diré que no me gusta nada el origen de la información. Son los miserables del sindicato LAB, proetarra, pero lo cierto es que han hecho un buen estudio sobre remuneraciones de los directivos del BBVA justo en víspera de la aprobación de un nuevo plan de opciones sobre acciones. El problema es que ni los mejores incentivos pueden satisfacer a un directivo sometido a la presión del cese, no según resultados, sino según el capricho de su señorito. Y esto lo entienden hasta los analistas. Por eso la acción no sube en bolsa.

El concepto de bien común no sólo es imprescindible. Puede ser algo más, puede ser rentable.

Eulogio López

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