Pululan por la vieja Iberia dos colectivos sobre los que merece la pena comentar. Por un lado, están aquellos que consideran que la Iglesia y la labor pública los católicos tienen como objetivo final que el Partido Popular regrese a La Moncloa. Por otro, figuran aquéllos que utilizan a la Iglesia y a los católicos como medio para salvaguardar la unidad de España, que es lo único que les importa. Incluso asoma un tercer grupo, residuo de los otros dos, con el objetivo más delimitado : jorobar a Mr Bean, oséase, verbigracia, el amigo ZP. Personalmente albergo cierta comprensión por estos últimos, especialmente cuando el Presidente del Gobierno sonríe allá lejos, al otro lado de la televisión, y uno siente cómo se despierta en su interior una irracional tendencia a la violencia, pero créanme: debo reprimir mi energía negativa y censurar a mis colegas con idéntica firmeza.

A ver si nos entendemos: la unidad de España es buena, pero no es un bien moral. Es más, el amor a la patria es algo muy positivo, pero la patria no puede ser deificada. Especialmente, cuando el partido en el que se concretan las esperanzas de muchos católicos confundidos, el Partido Popular, se ha dedicado durante 8 años de poder a fastidiar a la Iglesia y a los cristianos, con esa macedonia ideológica llamada centro reformismo, donde cabe todo y no cabe nada, porque no alberga espacio alguno. Bueno sí: caben personajes como Mariano Rajoy, Ruiz Gallardón, Eduardo Zaplana, Josep Piqué, maleables como una gelatina, ¿qué digo! Todos ellos tienen las condiciones de los líquidos: se adaptan a cualquier recipiente en un decir Jesús (que es justo lo que nunca dicen). Por decirlo de otro modo : todo lo que es bueno en el PP hace tiempo que está fuera de la dirección. José Alberto Fernández, fundador y primer presidente del partido Familia y Vida, otro desengañado del Aznarismo, lo expresaba de esta forma: El PP nos situó al borde del precipicio; el PSOE sólo ha tenido que darnos un empujoncito. (Por cierto, no se pierdan la carta del mencionado Fernández, insistiendo en otra de las grandes ocultaciones de la progresía actual: la pederastia, es homosexual en un porcentaje altísimo. Conviene recordarlo, ahora que Mr. Bean va a conceder la adopción a homosexuales).

Y todo ello nos lleva, nuevamente, a la misma conclusión: hay que romper el PP, pero sobre todo, hay que empezar a plantearse la pregunta clave del cristiano español actual: ¿En qué creo realmente? Y, a partir de ahí ser coherente.

Si no, seguiremos con el actual esquema: medios informativos alineados con el Partido Popular, asociaciones familiares y culturales convencidas de que apoyando al Partido Popular están apoyando los valores cristianos en la sociedad. Es comprensible, porque el anticlericalismo decimonónico, insensato, majadero, resentido, de Mr. Bean, es detalle clave que lleva a buscar la salvación en la vieja fórmula: El enemigo de mi enemigo es mi amigo. Lo cual, sencillamente, no es cierto. Ni en política ni en ninguna otra actividad. La actitud es comprensible, pero no cierta, como no caigamos pronto en la cuenta a los católicos nos seguirán tomando el tupé: el PSOE con altanería, el PP con disimulo. Urge crear un vehículo político donde los católicos puedan sentirse cómodos. Eso sí que constituiría la segunda transición. Y conviene hacerlo a partir del PP, simplemente porque crear un partido político hoy es tan difícil como crear un periódico. La fórmula es aprovechar los movimientos de inspiración cristiana. Partidos políticos, asociaciones y medios de comunicación y, o bien transformar el PP lo que considero inviable- o bien romper el PP y llevarse a alguno de sus líderes a la nueva casa ideológica.

Eulogio López