Sr. Director:

Tras haber realizado los trámites correspondientes para acudir como voluntario al V EMF en Valencia con el Santo Padre, llegó el momento de emprender desde Barcelona mi marcha hacia lo que sería  por unos días la capital mundial de las familias.

Al llegar a Valencia, ardía mi corazón al ver cómo esta ciudad ya estaba preparada para recibir al Vicario de Cristo en la tierra, llenando ventanas y balcones con las banderas vaticanas, españolas y valencianas. Nada de que jo no tespere: toda Valencia entonaba silenciosa un fuerte te esperamos. Los descontentos, los menos; los contentos, todos.

Habiéndome proporcionado mi acreditación de voluntario en la oficina, me dirigí con otros dos voluntarios valencianos que amablemente  se ofrecieron a acompañarme hasta mi primer destino en la Feria de Valencia, lugar de reposo, convivencia y vivencia de muchos peregrinos.

La primera noche, estuvo regada con las diferentes llegadas de autocares de todos los lugares: Croacia, Ucrania, Polonia y de todo lugar de España. Nos encargamos de llevar a los peregrinos a su lugar de descanso, mientras ellos nos agradecían efusivamente nuestra tarea.

Y llegó la hora de empezar el trabajo en el lugar concreto donde se iba a desarrollar la celebración del Encuentro. Sillas, sillas y más sillas colocadas para que los peregrinos pudieran pasar de la mejor forma posible las incomodidades de la situación. El ambiente entre los voluntarios era magnífic los motivos de asistir como voluntario eran diversos, pero nuestro trabajo iba encaminado a un mismo destino.

Mientras se rezaba el rosario en la Playa de la Malvarrosa, un gran puñado de voluntarios, al igual que Marta trabajaba hacendosamente para atender al Maestro mientras María absorta lo escuchaba en casa de Lázaro, nosotros laborábamos alegremente para que todo saliera lo mejor posible.

Y llegó el Santo Padre: seguíamos a la sombra de Marta, esperando nuestros segundos de ver al Santo Padre pasar. Entusiasmo, fervor, alegría, curiosidad, asombro, esperanzapoblaban las calles, inundaban los corazones esperando ver al dulce Cristo en la tierra, en palabras de Santa Teresa.

Fue un instante, breve, fugaz, pero duradero en su efecto. Los peregrinos se agolpaban en las vallas, los voluntarios tratábamos de velar por la seguridad teniendo a veces que batallar con el descontento de algunos que no atendían a nuestro cometido, siendo estos los menos. No importaba. Entendimos perfectamente el ansia de ver al Santo Padre, pero debíamos buscar lo mejor para cada caso.

La Vigilia se desarrolló con total normalidad, siendo la intervención del Santo Padre la más aplaudida y escuchada. Y se acabó. Se acabó este primer tiempo en común con Su Santidad. Empezaba la noche, y muchos nos quedamos para velar por el correcto funcionamiento de los sectores, las solicitudes de los peregrinos y las guardias correspondientes. Qué gozo ver cómo tantas y tantas familias, lejos de sus casas, con incomodidades de toda clase, dormían profundamente estirados en el suelo, o hablaban en voz muy baja los padres para no despertar a sus hijos

Por fin doming va a tener lugar la Santa Misa, va a volver a pasar el Santo Padre. Idénticas reacciones a las del día anterior. Y da comienzo, empieza la Santa Misa, nos habla de nuevo el Papa en la Homilía con palabras de fuego. Y se acaba con el Ángelus.

Y cómo no, como no voy a citar al Santo Padre en su alusión específica a los voluntarios, agradeciendo nuestro trabajo. No, Santo Padre, no debes agradecernos nada. Todo esto te lo debemos agradecer a ti, que como Padre solícito has velado por nosotros en todo momento. Y eso es lo que hemos venido a demostrarte: que te queremos, que te queremos por que no es Joseph Ratzinger el hombre que viste de blanco, es el mismo Pedro a quien un día Jesús, a la orilla del lago eligió como sucesor, como cabeza de la Iglesia. Gracias Santo Padre, gracias.

Hoy te pido Señor que me des la fidelidad que ostenta nuestro Papa, su alegría, su sacrificio, su voluntad. Te pido Señor ser siempre consecuente al Magisterio de tu amada esposa, la Iglesia. Y sobre todo, Señor, te doy gracias. Gracias por mis padres, por mis profesores, por mis hermanos en la fe, por mis sacerdotes, por la Iglesia, por el Santo PadreGracias Señor.

Francisco Javier Domínguez López

francisco_javier_dominguez@hotmail.com