En cuanto llueve, y sobre todo si nieva en el Pirineo, el Ebro se inunda, antes y después de Zaragoza. Podríamos decir que el río más caudaloso de España lleva 400 años como intermitente zona catastrófica. Y es que la vertiente norte del río recoge el deshielo de los Pirineos y las lluvias del alto Aragón. Pero esto es España. Aragoneses y catalanes se niegan a que parte de esa agua vaya al sur, hacia el Levante seco, al grito de "Nos la hemos de beber". O el peor: "antes inundarnos que ceder al agua".

Lo lógico, que no lo solidario, sería que, antes y después de Zaragoza, se colocaran, por ejemplo a entre 3 y cuatro metros de altura del caudal, un tubo de hormigón reforzado en acero, de no menos de dos metros de diámetro, para evacuar agua hacia las torrenteras naturales de Teruel y hasta la mismísima cuenca del Júcar. Convertir las torrenterías turolenses en pequeños ríos naturales. Porque la pendiente de España va de Galicia a Alicante y la obra ya está construida, en buena parte, por la propia naturaleza. De esta forma, todo lo que sobra, sólo lo que le sobra, a Aragón y Cataluña, vaya al Júcar y no anegue poblaciones o se pierda en el Mediterráneo. Todo lo que le sobra al Ebro que baje hasta el Júcar.

O si lo prefieren, con lectura hidrográfica y no política: que la vertiente sur recoja todo lo que la vertiente norte engendra en demasía.

Es la solidaridad inteligente a la que se niegan todos los cainitas que existen en España: demasiados. El Ebro es la imagen misma de la España fratricida.

Eulogio López

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