Queridos padres de alumnos de este colegio religioso :

Me dirijo a vosotros en este comienzo de curso para pediros que colaboréis con el colegio en la formación de vuestros hijos, que ahora comienza segundo curso de la ESO. Una edad difícil, sin duda, entre los 13 y los 14 años. Porque si todos colaboramos, todos saldremos ganando.

Por ejemplo, queridos padres, yo estoy dispuesto a llamar la atención cuando veo a dos muchachos, él y ella, de tan estupenda edad, metiéndose mano en el patio, en presencia del resto de los alumnos, hasta el punto de que no se identifiquen con claridad donde terminan los miembros de él y comienzan los de ella. Sí, estoy dispuesto a hacerlo, pero servirá de poco si después me viene la mamá, de él o de ella, a echarme en cara la regañina, lo cual seguramente perjudica su autoestima, y todo ello con el definitivo argumento de que en el recreo pueden hacer lo que quieran.

Y también ayudaría un poco que las mamás hablasen con sus hijas, más que nada para no acudieran a clase en paños menores, o al menos, como los paños menores bien visibles. Ya saben aquello del viejo catedrático universitario, que se volvió hacia una discente situada en primera fila y le advirtió: Señorita, o enseña usted o enseño yo, pero los dos al mismo tiempo no es posible. En particular, para ellas y ellos, no tengo por qué ver objetos punzantes emergiendo de zonas bulbosas.

Y tampoco estaría de más que los papás advirtieran a sus hijos que en ningún caso necesitarán tener en clase navajas u otros objetos punzantes, ni tan siquiera para utilizarlos sólo a la salida. Ninguna disciplina académica exige este tipo de material escolar.

Todo lo anterior, soy testigo, no es una obra de ficción. Es una reunión que tuvo lugar días atrás, en un colegio religioso madrileño, situado en una barriada madrileña de clase media, no conocida por una delincuencia incontrolable. Un barrio, próximo al centro, de los calificados como normales, habitado por funcionarios, empleados de banca, comerciantes, etc. Hablamos de 2º de ESO. Es decir, algunos de los chavales mencionados por el religioso tienen 12 años, la mayoría ha cumplido los 13, y son muchos los que antes de terminar el curso junio de 2000- habrán alcanzado los 14 años.

O sea que estamos en el terreno de lo normal. O, más que lo normal, lo corriente, porque normal es lo que se atiene a la norma. Y el único problema es precisamente ese: que no nos ponemos de acuerdo sobre las normas morales. Sobre el resto de normas: políticas, fiscales, de tráfico, las aceptamos sin rechistar, pero las morales no. Eso nunca. Lo que supone una considerable desventaja respecto a otras civilizaciones, dado que la moralidad no deja de ser el sentido común. ¿Es de sentido común que dos arrapiezos de 12 años se den el lote a la vista de sus compañeros? O como le respondieron, al mismo cura de la historia real, los compañeros de una de las parejas zumbonas: Es que se quieren mucho.

Para mí que lo han visto en la tele.

Eulogio López